Más de un año sin aportar ningún recuerdo a este amasijo de memorias incompletas, mayormente dedicadas a mis lecturas de ciencia ficción. Comencé el año con arduos estudios y después, cuando llegó el momento de la liberación, escogí a dos autoras. Ambas, buen ejemplo de la ciencia ficción feminista.
La primera, “Native Tongue” (1984) de la norteamericana Suzette Haden Elgin. (1936-2015). Traducida como “Lengua Materna”. Indicar que esta novela la llevé a casa prestada de una biblioteca de mujeres, cuyo ejemplar es el que editó Ultramar en 1989. A finales de 2020, tiempo han tardado, la editorial Oz ha publicado una nueva edición. Forma parte de una trilogía, pero de momento me quedo con esta primera parte que no me defraudó.
A Haden Elgin lo que le interesaba, -ella era lingüista de profesión-, era explicar las relaciones de poder que surgen del dominar y controlar el idioma que se utiliza en una sociedad dada. Suena Orwelliano, y así es, pero el quid de la cuestión es poner el énfasis en el papel que juegan las mujeres (sobre todo las que son madres) en la concepción de esa lengua que luego administran los hombres que administran los asuntos del Hombre en este planeta. En la novela existe una casta diferenciada del resto, un grupo de familias, que no son otra cosa que lingüistas , traductores y tremendos políglotas. Para reivindicar el fundamental papel de la mujer en todo esto, teniendo en cuenta que la inmensa mayoría de los lectores de la novela la van a leer en inglés, que en el mundo anglosajón hay muchísima tendencia a pensar que con el inglés uno ya tiene resuelto el capítulo dedicado a las lenguas de este mundo… Haden Elgin acude a la ciencia ficción en busca de ayuda. ¿Qué ocurre si esos asuntos de la Tierra que administra con peor que mejor fortuna el Hombre, que nos implican a todos los habitantes del planeta, qué ocurre, digo, si el buen devenir de esos asuntos (Tratados Económicos básicamente) se ve peligrosamente condicionado por el hecho de que no somos capaces de entender la lengua materna de quienes nos debemos beneficiar (económicamente)?
Esto es. La Tierra depende cada vez más de los acuerdos a los que se llega con razas extraterrestres. Muchas. Muchísimas. Esas familias casi descastadas que se dedican a la traducción son las únicas que pueden ayudar. Sus vástagos llegan a dominar decenas de lenguas, y al menos, apañarse con otras muchas. Y son las abuelas quienes pasan sus conocimientos a las nietas, etc, etc… Vale la pena leerla. Detrás de este andamio de ciencia ficción, la autora presenta situaciones en las que la mujer y el hombre modernos quedan retratados, y que evidentemente, un cambio es necesario. Ellas consiguen construir muy poco a poco una propia lengua, con sus propios significados y semántica, algo que las libera en gran medida, pero bajo costes muy altos también.
En la nueva edición se lee en cubierta que “Lengua Materna” es un clásico de la ciencia ficción feminista. Cierto. Aunque para que algo sea clásico primero tiene que haber un caldo de cultivo del que posteriormente surgen los clásicos. Podemos leer cualquier “space opera” de los años 40 y después leer un Premio Hugo de los 60 y nos daremos cuenta de la diferencia. Suele ser así. ¿Pero qué ocurre con la mujer que escribe ciencia ficción? ¿Solo nos reeditan los clásicos treinta y cinco años después? ¿Dónde está la pulpa de la que surge el clásico? ¿? Queda mucho camino por recorrer. Tanto para las editoriales como para los aficionados. Se agradece el esfuerzo editorial, por supuesto. Pero en este país hay tanto por editar, reeditar, por descubrir… que leer “Lengua Materna” le deja a uno con un regusto de resignación…
Así, me propuse leer otro clásico de la ciencia ficción feminista (este no tanto ni de lo uno ni de lo otro). “Kindred” (1979) –Parentesco- de Octavia (Estelle) Butler (1947-2006). De la misma biblioteca de mujeres, leí la nueva reedición de la editorial Capitán Swing (2018). Butler sí que es una autora ampliamente reconocida en el mundo de la ciencia ficción. Tiene relatos recogidos en muchas antologías y sus novelas y sagas son citadas a menudo. Ahora, como tal, “Parentesco” no es una novela tan interesante ni de lejos como “Lengua Materna”. Ni siquiera se puede decir que sea ciencia ficción, si quitamos de en medio la posibilidad de viajar en el tiempo. Un recurso sencillo que ni quita ni pone. Ejemplo de manual: esta novela se vende como de ciencia ficción, cuando no es más que una novela de aventuras histórica, al estilo Verne, de iniciación, que también puede interesar como historicismo del esclavismo. Reconozco que la temática me queda un poco lejos. Relata la extremadamente desagradable situación del esclavismo en los Estados Unidos de antes de la Guerra Civil, concretamente en unas plantaciones de Maryland. La protagonista, negra, vive con su novio blanco en la California de 1976. Sin más ni más, viaja a aquellas plantaciones, y va conociendo a los agentes que provocarán su propio futuro. Es decir, a sus antepasados.
Se lee con interés, sobre todo la primera mitad. La segunda, no deja de ser repetitiva, aunque hay que decir que los personajes están muy bien perfilados y se desarrollan de forma muy verosímil.
Tras este doblete en femenino, acudí a mi psicólogo favorito, y lei “Clans Of The Alphane Moon”, novela de 1964 de Philip K. Dick. Lectura bastante rápida y reconfortante. A estas alturas… Clásico argumento que no hay por dónde cogerlo, con una serie de pinzas básicas que sujetan el entramado hasta el final.
La experiencia es muy próxima a la lectura de un presunto informe psiquiátrico.
Esta vez una serie de clanes lunares (cada uno de ellos son presentados brevemente) se reúnen para ver qué pueden hacer ante un inminente ataque enemigo. Más tarde, sabremos que los representantes de cada uno de estos clanes sufre de diferentes patologías mentales. A su vez, en la Tierra tenemos al clásico “prota”, policía, de quien su esposa quiere divorciarse, él desea suicidarse, etc, etc… Surgen personajes secundarios magníficos, que parecen nacidos de un sueño lisérgico. El final es… bastante loco… pero ayuda a la pareja que se odia a muerte a reconocer cuáles son sus problemas mentales. La novela es un divertimento psicológico. Siempre que el lector se tome las cosas con el debido sentido del humor, porque claramente, este mismo lector, o mejor dicho, la condición mental de este mismo lector, se verá representada en la de alguno de los clanes (… o algunos…, al paso que vamos). La genialidad de Dick es precisamente esta.
O bien los tiempos que corren se adaptan cada vez más a sus argumentos, o bien Dick supo detectar entre líneas, de manera muy fina, el recorrido de nuestros meandros mentales más íntimos. Y como son cada vez menos íntimos, más universales, mejor televisados y radiados, la percepción que ya tenía Dick en los años 60 se puede considerar como majestuosa, a la manera de un águila real que hace ya sesenta años visionaba nuestras vergüenzas neuronales desde las alturas… Y como hemos comenzado con dos novelas escritas por mujeres con un marcado acento feminista… solamente decir que Dick, como tantos otros ejemplos de la ciencia ficción de los años 60 y 70, está a años luz de la corrección igualitaria. Su obsesión por describir los pechos de las mujeres en sus novelas, es buen ejemplo de ello. Y no sé si lo indiqué en su momento, pero se me viene a la cabeza ahora una escena de “Gateway/Pórtico” de Frederik Pohl, otro gran clásico, en la que el protagonista maltrata a su amante de forma completamente ultrajante. Lo peor no es esto, si no que queda la escena como para que el héroe lo sea más todavía…
¿Deberíamos dejar de leer este tipo de ficción tan escabrosa por momentos? No lo creo. Lo importante es que la propia evolución literaria del género siga su curso. ¿Dejar de lado a algún autor en concreto? Por supuesto que sí. Yo lo hago todo el tiempo. Por ejemplo, con Heinlein y Asimov. Son mis dos grandes escritores favoritos… en la lista negra de “No leer bajo ningún concepto” (aunque hace tiempo algo leí de ellos, y de Heinlein quizá lea su novela de la cruel Luna y nada más). En resumen, la antigua ciencia ficción no es nada igualitaria. La nueva, no lo sé, pero quizá sea demasiado puntillosa, se haya pasado al otro extremo, quiera sacar el polvo acumulado durante tanto tiempo debajo de las alfombras de manera demasiado burda y rápida. La solución seguramente está en afrontar nuevas historias y argumentos dejando expresamente de lado los conflictos igualitarios sin resolver, resolviéndolos de manera tácita. La nave espacial puede ser capitaneada por una mujer. Punto. No añadamos un personaje masculino que inmediatamente dude de la capacidad de esta mujer. O acabe fijándose en sus pechos más que en sus salidas USB 10.0. O al revés. Que sea ahora la mujer quien dude del hombre, etc, etc…
Repasando, realmente la novela de Dick la leí anteriormente a la de Haden Elgin y Butler. Sí. Cosas que pasan. La memoria me traiciona.
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