miércoles, 21 de junio de 2023

Fourth Mansions (1969) - R.A. Lafferty

 R.(Rafael) A. (Aloysius) Lafferty (1914-2002) 

Vale, hace demasiado que no pasaba por aquí, y voy a intentar escribir algo sobre esta novela de 1969.

Es la que tengo más reciente.

Lafferty es uno de esos autores pretendidamente de ciencia ficción, encasillado en este género porque en algún sitio había que clasificarlo. Cosas de la New Thing, Nueva Cosa, que surgió en aquellos tiempos.

Realmente, una etapa de experimentación literaria, a la que se había llegado gracias a una madurez cultural (en el mundo Occidental al menos) que más tarde comenzó a descomponerse (llegando a la putrefacción a finales de los años 80, comienzos de los 90).

Sí, los años finales de la década de los 60 del siglo XX fueron muy importantes. Podemos relacionarlos con la cultura hippy, pero esto es una simplificación muy grande. Estaban los hippys, pero había mucho más.

Para empezar, parece ser que había tiempo para la creación. Sin esclavismos de cara a redes sociales o intentos de auto-realización dirigidos a luchar contra la angustia vital que nos rodea en el siglo XXI. Parece ser que, como digo, había más tiempo, y una disposición creativa no dominada por la pre-depresión con la que se hace arte hoy en día, en el sentido de que para cuando se comienza a crear, ya se está pensando en una posterior creación que debería estar a la altura de las circunstancias (canibalísticas), desatando una serie de reacciones en cadena nada lejos de la neurosis.

Porque al elemento cualitativo, se une el cuantitativo. Si tengo éxito con un reel en Instagram, ¿cómo hago para seguirlo teniendo? etc, etc… Esta presión que la tuviera un famoso actor o actriz o músico o directora en los años 60 debe entrar dentro de la lógica del o de la Profesional. Pero aquí ni somos profesionales ni deberíamos aspirar a serlo, pero nada, aún así, seguimos trabajando con una disciplina que para sí quisieran algunas fábricas del Lejano Oriente.

[Yo al menos escribo todo esto por amor al arte, sin mayores pretensiones, y como cierta forma de auto-diagnóstico].

Pero volvamos a lo que nos ocupa.

‘Fourth Mansions’ es una novela complicada. Como ya he apuntado aquí varias veces, no tanto por la indefensión que uno tiene ante su lectura directa en lengua original, si no porque los propios anglosajones tienen sus dificultades de comprensión.

El mismo título ya se las trae. “Cuatro Mansiones” es lo que podríamos esperar de primeras de la combinación de nuestra vista y cerebro traduciendo. Pero el ‘th’ cardinal añadido al ‘four’ lo convierte en “cuarto”, y el título debería ser “Cuartas mansiones”.

Leyendo la novela, uno puede explicar el título como una alusión al entramado cerebral que llevamos dentro, refiriéndose a las “habitaciones” o “mansiones”, siendo el ala cuarta a la que se accede al final de la novela, donde todo es un caos bastante impenetrable.

El protagonista de la novela es un tal Fred Foley, que a mí me ha recordado no pocas veces a Gully Foyle, el protagonista a su vez de “Las estrellas, mi destino”.

Ambos comparten una serie de aventuras imposibles, como héroes que son en un mundo completamente imprevisible. Lo de Foyle sí es ciencia ficción, en un sentido más clásico.

Lo de Foley es más de arte y ensayo. Un periodista que nunca deja ninguna historia (por inverosímil que sea) sin comprobar que sea cierta. Y la que tiene entre manos es bastante alucinante: un político de las altas instancias ha sido abducido por la mente de un egipcio muerto hace mucho tiempo. Y están “los cosechadores” (o ‘harvesters’) que a través de ciertos barridos mentales, controlan la mente de las personas, y entre todos ellos y ellas, planean hacerse con el Universo. Hay cierta alegoría eros-tanathosiana, muerte y placer, etc… muy (muy) de su época. Serpientes enroscándose entre ellas, intentando a la vez amar y estrangularse entre ellas. De este palo estético, que no consigue despegar, aunque Lafferty lo intenta varias veces a lo largo de la novela.

Hay mucho simbolismo, preciosismo con el lenguaje, a la vez que se trata de llevar adelante el argumento. La novela se sigue con atención, sobre todo pasada una fase inicial un poco caótica, y hasta parece que tiene cierta coherencia. Fred Foley, Federico, parece que va atando cabos. Pero al final, es apresado en una especie de sanatorio, donde todo tipo de gentes viven con sus obsesiones y temores. Perdemos contacto con el argumento. Lafferty juega al juego de quién está loco, quién dice la verdad, quién miente o viceversa, y es todo como muy funambulista. 

Esta es una de las frases que más me ha gustado. Una explicación del matrimonio que no poco tiene que ver con la composición musical con un sintetizador: 

 


 

Ha pasado a la historia como una novela difícil pero guay, y creo que ahora es más difícil que antes y mucho menos guay. El que sigue siendo un maestro con este tipo de juegos es nuestro amado y amigo Phil. Para recetas parecidas, él supo dar con la cantidad adecuada de sal, aceite, ajo y cebolla, pimienta y demás. Según los gustos, pero con sencillez.

El último capítulo es prácticamente ininteligible. Lo que me ha dejado mal sabor de boca. Me ha fastidiado. No me lo esperaba. Tan radical. Posiblemente, en estos años que vivimos, ya vamos por la tercera década del siglo, no estamos para explicaciones del tipo que intenta sugerir Lafferty. Completar su novela con una serie de alusiones a diversos monstruos, a las profundidades de la mente humana, a las luces y sombras de la creación, al infinito proceso de creación y destrucción… con un par de hilos argumentales que abandona a su suerte… Creo que se nos pide demasiado. Y además, entramos ya en terrenos de una fantasía literaria que no me atrae.

La novela de Lafferty se agradece más por su intento literario, no por lo que se cuenta en ella, y hoy en día su publicación sería casi suicida desde el punto de vista de un editor, y su lectura muy a contracorriente por parte del lector. A no ser que entremos en el ámbito del “culto”, del adolescente creyente o del desesperado insomne.

También hay que destacar que las ediciones de Lafferty no destacan por su disponibilidad, y son más caras y complicadas de conseguir. Algo que nos tiene que alegrar. No por ser más difícil de conseguir, o más caro, va a ser mejor.

Mi edición, de 1977. 



 

Espero poder seguir leyendo este tipo de literatura de “críptica-ficción”. ¿’Viriconium’?...

 

jueves, 17 de noviembre de 2022

The Carreta (1931) - B. Traven

 Qué decir de Traven, el escritor fantasma por excelencia, ¡incluso podría ser el mismísimo Jack London! (como cuenta una de las leyendas relacionadas con él).

Escritor nacido en Alemania, en 1882.

Es curioso que el artículo de Wikipedia en español da esta fecha de nacimiento mientras que el artículo en ingles no ofrece ningún dato al respecto (tampoco es tan importante).

“The Carreta” es la sexta novela que leo de Traven.

Las anteriores han sido (en orden de su producción):

Círculo de Lectores hizo una labor editorial que hay que comenzar a reconocer urgentemente. “Los recogedores de algodón”, “El barco de la muerte” y “Puente en la selva” los tengo de esta edición, libros de segunda mano que en su momento fueron comprados por alguna razón por su primer dueño o primera dueña, y hoy en día son joyitas adquiridas hace ya unos años a un precio muy razonable. 

De las novelas de la jungla, que son seis,

  • Government, 1931
  • The Carreta, 1931
  • March to the Monteria, 1933
  • Trozas, 1936
  • The Rebellion of the Hanged, 1936
  • A General from the Jungle, 1940

He leído las dos primeras, y afortunadamente, tengo las seis a buen recaudo en mi biblioteca, todas en inglés, editadas por editoriales bastante minimalistas. No es fácil encontrarlas hoy en día, especialmente la última. 

 



 

En realidad, la primera novela que leí fue “El barco de la muerte”. Impresionante aventura marina, que deja una impronta fuertísima. Y es una de esas novelas que conviene leer más de jovencito. Debería figurar más en el canon literario al uso, junto con Conrad, Stevenson, Melville, Twain o el Poe de “Arthur Gordon Pym”. Y no lo estará seguramente por la carga socio-política que posee la obra de Traven en general. Mucha crítica social, denunciante, anarquizante, desasosegante, o antisistema (como se dice ahora). Pero como seguramente lo que se cuenta en “El barco de la muerte” es real, vamos a respetar a este autor por embarcarnos en tan maravillosas aventuras marinas, a pesar de sernos tan desagradables por momentos. No hay romance, ni héroes. Hay realidad, mucha burocracia y (casi) nula esperanza. Desagradables porque uno de los objetivos de Traven, si no el más importante, es atacar la conciencia del lector.

Es curioso cómo hoy en día se ha establecido como algo bastante habitual y aceptado socialmente afrontar lecturas de largas novelas negras, o policíacas, en las que se cuentan o relatan espeluznantes casos. El lector, presumiblemente, está de parte del sempiterno o sempiterna inspectora de policía, investigador de turno, o alguien más o menos aficionado a meterse en líos por sí solo. Como son historias lejanas, ficticias, mucha sangre, violencia, maldad, etc… pero a fin de cuentas eso en mi barrio no pasa.

Y luego es más que curioso, frustrante, observar cómo hay cierto tipo de literatura que no conviene que sea del todo popular, porque apela a pensar por nuestra cuenta, a concienciarnos, y eso ya puede ser más peligroso que un asesino en serie.

En resumen, con el caso de Traven uno se plantea verdaderamente que los cánones literarios existen, nos rodean, nos afectan, nos maquillan, nos coartan, nos privan de libertad, nos manipulan. Muchas veces con la excusa de que es lo bueno lo que perdura, lo que consigue editarse año tras año, lo que realmente pide el público, lo que es realmente pero realmente bueno… y por el camino se van quedando obras que no se editan hace muchos años, olvidadas, cuasi-censuradas. Menos mal que el auténtico editor, el o la valiente que se atreve, nos rescata de vez en cuando algún título.

Mirando en la base de datos de libros editados en España (fuente: Ministerio de Cultura), desde que Acantilado editara en 2008 y 2009 “El barco de la muerte” y “El tesoro de Sierra Madre”, no se ha vuelto a editar ninguna obra de Traven. Algo decepcionante, y si no fuera por estos dos títulos de Acantilado, una de las mejores editoriales de este país, nos tendríamos que ir a finales de los años 80 del siglo XX, y quedarnos con esas ediciones del desaparecido pero consistente Club de Lectores.

 



 

Y ya puestos a pedir en temas marinos, estaría bien que se reeditara “El enigma de las arenas” del interesante personaje irlandés Erskine Childers.

 


 

“Puente en la selva” fue la segunda novela que leí de Traven, y aunque no posee la fuerza narrativa de “El barco de la muerte”, me atrapó. Una historia más sencilla, ya trasladada a suelo mexicano. A todos nos encanta la película de John Huston “El tesoro de Sierra Madre”, y la novela tampoco defrauda. Si no fuera por Huston… ¿qué habría sido de ella? Una auténtica novela de aventuras. ¿Quién lee hoy en día novelas de aventuras? Parece que los jovencitos deben leer a Jules Verne, y después pasar a otra cosa. Una pena. 

 


 

“Los recogedores de algodón”, enmarcada en una zona de producción algodonera, recoge las desventuras de hombres que trabajan y trabajan y trabajan, y los mejores de ellos (mejores por ser más fuertes físicamente, mejor adaptados, tener una educación algo mejor que la media) pueden ahorrar algo y largarse a otro sitio. Hay un crimen de por medio. Y un final bastante esperanzador.

Traven, y esto vale para cualquiera de sus novelas, describe a golpe de machete (como he leído en algún sitio), no se deja llevar por florituras, ni adornos ni una estética concreta. Pero es uno de los mejores abriendo el camino, que es de lo que se trata. Y saca oro de situaciones aparentemente inanes, cotidianas, incluso aburridas, y va tejiendo un hilo de actitudes, pensamientos, situaciones y posibles consecuencias… que acechan poco a poco a los protagonistas de sus historias. Lo dice todo tan clarito, que nadie con un mínimo de sensibilidad quiere dejar de leer qué es lo que realmente ocurre en esa plantación, camino o pueblucho.

 

Las novelas de la selva (The Jungle Novels)

“Government” es la primera. Gobierno. Traven explica con paciencia cómo es eso de ir adquiriendo poder, influencia y fortuna. Se comienza con una pequeña tiendita, trabajando mucho, eso sí. Explotando a los que te rodean. Y poco a poco la explotación aumenta. Y alguien, esa araña que va construyendo su tela, va cosechando por aquí y por allí. El soborno constante ayuda. Las autoridades harán la vista gorda, siempre que caiga algo en la mano. Desde el simple funcionario de un poblado de mala muerte, hasta el que tiene una mejor posición en un pueblo grande. La ambición de acumular más, la obsesión por alcanzar más. Quien esté en mejores condiciones, quien aguante mejor esta dura carrera de fondo es quien realmente conseguirá el poder tarde o temprano.

Surge el Porfiriato, de Porfirio Díaz, el dictador mexicano que duró hasta 1915. En 1910 comenzó la Revolución que nadie sabe en qué términos acabó, o realmente cuando.

En “The Carreta”, la segunda, se explica desde los estratos más pobres cómo funcionaba, o en qué se basaba, la prosperidad del país. Básicamente, la población indígena (indios originarios, y también mexicanos pobres) era esclava. Por una serie de leyes y costumbres, los trabajadores constantemente estaban endeudados con sus capataces. Y no había manera de saldar la deuda, por muchos años que se trabajaran. Traven narra e instruye. Y en “The Carreta” hay unos capítulos especialmente brillantes en los que describe las fiestas de un pueblo, que duran dos o tres semanas. Los que tienen algo de autoridad se encargan de ejercerla oportunamente, de conseguir sus correspondientes sobornos y trapicheos varios y numerosos. Los que pueden dejar de lado el trabajo cotidiano por unos días, se emborrachan, se gastan lo que tienen y no tienen, se endeudan mientras creen que descansan y disfrutan. 

Y vuelven al trabajo. Cada carreta, vieja, demacrada, gastada es responsabilidad de su conductor. Y la carga que lleva encima. Conducirla por los caminos empedrados, embarrados, a unos pocos centímetros de espectaculares precipicios... el riesgo de ataques por parte de forajidos... El conductor debe tener pericia, coraje, experiencia, y saber ayudar al resto. Si algo sale mal, su deuda aumenta. Si todo va bien, lo único que hace es retrasar en algo el aumento de su deuda para con su capataz. 

Y aún así, tienen algo de libertad. Las monterías deben ser peores. A esas todavía no he llegado. "March to The Monteria" es la siguiente en el ciclo. El protagonista debe abandonar a su novia, joven india con la que se ha comprometido, para ir a rescatar a su padre que ha caído en desgracia por una deuda, y es tratado como un esclavo en una plantación. 

Tal y como se describe la situación, que hubiera una Revolución parece algo lógico. (fuera como fuese ésta, que no soy ningún experto en la materia ni mucho menos).

Un pequeño párrafo de la novela, de lo más revelador. Que cada uno y cada una saquen sus propias conclusiones. 

 

 

Esta es mi edición. 

 

 
  
Y otras:


 

 


 

jueves, 10 de noviembre de 2022

The Zap Gun (1964) - Philip K. Dick

Tercera novela de las seis que Philip escribió en 1964. ¡Menudo año!

Publicada como libro en 1967, aunque serializada como “The Project Plowshare” entre 1965 y 1966 en la revista Worlds of Tomorrow

 

1ª parte en Worlds Of  Tomorrow (ya era conocido por The Man in the High Castle)

 

 

1ª ed. en novela.

 

Para empezar, “plowshare” es una palabra en inglés que me ha creado bastantes problemas de traducción, que podría referirse a la zona de dientes que están colocados a lo largo de un arado… ¿?

Finalizada la lectura leo que en realidad todo tiene que ver con el propio Proyecto Plowshare en el mundo real, organizado por EEUU en 1957, y que consistía en intentar dar un uso práctico y pacifista a las armas nucleares (los soviéticos también se dieron a ello para no ser menos).

Es decir, el constante uso de la palabra “plowshare” en la novela, “to plowshare a weapon”, no es otra cosa que dar un uso pacífico a una potencial arma peligrosa.

Así pues el título con el que se editó en formato novela, “The Zap Gun”, -“La Pistola de Rayos” en castellano-, no tiene mucho sentido. Ninguno. Mejor hubiera sido algo así como “Wub’s Maze” o “El laberinto del wub”… pero lo de la pistola se refiere a la de Buck Rogers… y le da un aire de cómic a toda la historia. Los franceses lo dejaron en "El zapeador de mundos", pero no me convence demasiado, si se refiere a "zapear" con un mando de TV...

 

La pistolita de Buck...
 

 

Sinceramente, la novela no prometía tanto como por ejemplo su anterior intento, “Los tres estigmas de Palmer Eldritch”, obra mucho más mencionada por la crítica literaria de todo tipo.

El comienzo según dijo el mismo Dick… “The first half is totally unreadable, I don’t know where or what… I can hardly reconstruct the thinking that underlay the first half of that book. Just totally unintelligible”. “The intent is not sufficient to guarantee a good result. Some of the worst books I've written -- like THE ZAP GUN-- are books I've labored over...”.

 

Aquí algo se puede leer sobre el tema (con lupa). 

 

Y aquí más Información sobre la novella:

https://philipdick.com/mirror/websites/pkdweb/THE%20ZAP%20GUN.htm.

 

 

Bien, pues no está tan mal la novela. Es verdad que los dos primeros capítulos, mínimamente, son caóticos. Hay que releerlos al menos dos o tres veces. Además, si se pierde el contexto de “plowshare” como digo más arriba, todavía es peor. Con el tercero la cosa mejora, pues cambia de personaje, una especie de conspiracionista con una memoria prodigiosa.

 

 

Mi edición, de Gollancz, británica

 

El resumen del argumento es el siguiente: tanto el bloque del Oeste como del Este han llegado a un acuerdo por el que se lanza a la opinión mundial la idea de que se desarrollan constantemente, cada uno por su lado, unas terribles armas de destrucción masiva; algo que no es verdad. Los personajes principales trabajan en diversas organizaciones que desarrollan objetos que no son realmente armas. Son cogs, clásicos personajes en la narrativa de Dick, que entran en un trance mental por el que acaban consiguiendo sus ideas para las potenciales armas, que finalmente se transforman en objetos con la más insospechada función no militar.

Lo que ocurre después es que se produce una inesperada invasión alienígena, realmente dañina. Los dos protagonistas, cada uno de un bloque, se ponen manos a la obra. Drogas, trances, y resulta que la información de la que se nutren no es otra que la que sale de un cómic editado en algún lugar de África, The Blue Cephalopod Man. Tendrá que ser un diseñador de juguetes, personaje en principio secundario, quien dará con la tecla para vencer a los invasores: un juego infantil que consiste en ayudar a un wub a salir de un endiablado laberinto.

 

Ante semejante argumento, podemos pensar que estamos ante una space opera delirante, sin mucho sentido, llena de aventuras de relleno. No es así. La novela poco a poco despega, Dick consigue imponer su frenético ritmo, aunque no tan rápido como en otras ocasiones. En los capítulos finales, la invasión desde Titán se resuelve casi por sí sola, y lo que resta es rendir cuentas con el personaje conspiracionista. 

 

Si no fuera porque, ya lo apunté en otra ocasión escribiendo sobre la obra de Dick, la realidad se ha acercado en los últimos años bastante a las representadas en su obra, se está acercando demasiado, especialmente en su país de origen, Estados Unidos, esta novela sería una especie de loca historia de ciencia ficción sin demasiado interés humano. 

Pero cognitivamente, esto es un hecho, y dejando de lado los méritos literarios de Dick, la novela nos afecta. Hace sesenta años escribió sobre algunas cosas que no existían ni por asomo, y otras sí, pero en capas digamos poco cotidianas para la gran mayoría de nosotras y nosotros. Si viviéramos en un estado emocional más equilibrado, menos ansioso, y esto creo que es importante, menos tecnológico, no nos afectaría tanto la novela, sobre todo porque sería mucho más de ficción que de ciencia. El paso del tiempo, el nuestro, nuestra historia de invenciones, de plowsharing, es tal que en “The Zap Gun” hay mucho de ficción, pero también de ciencia.

Anticipa demasiadas cosas.

1

Surley G. Febbs, el hombre que está dispuesto a cambiar el país, un trasunto de Trump, piensa: “It was about time that someone with universal knowledge like himself got on the UN-W Natsec Board [una especie de Consejo de Naciones Unidas] instead of the usual morons, the mass pursaps who read nothing but the headlines of the homeopapes and naturally the sports and animated cartoon strips…”.

Los pursaps, pure saps, somos todos nosotros, ciudadanos del mundo que vemos la televisión, idiotas puros, y los demás son los que tienen algún cargo de poder…

2

Quizá el personaje más importante, sobre todo al final de la novela, sea la propia Alexa de Amazon, ideada ya por Dick con el nombre de Orville. Un aparato que parece una cabeza humana, del tamaño de una bola de béisbol, que responde a todo tipo de preguntas.

“Ask the Orville a question. Ol’ Orville is the rage. People cloister themselves for days with it, doing nothing but asking and getting answers. It replaces religion”.

Y Orville dará con la Tecla final para que los dos protagonistas del Oeste/Este apacigüen sus instintos suicidas/homicidas.

3

Volvemos a Febbs que comienza a hablar del Civic Notification Disorder, arma que realmente le gustaría desarrollar.

“The Civic Notification Distorter bases its operation on the requirement that in present-day society every filled-out official form has to be recorded, microwise, in trio or quad or quin. Three, four or five copies in every instance have to be made. The weapon functions in a relatively uncomplicated manner.[…]. It strikes, screwing itself within a matter of microseconds out of sight in the ground; no visible trace survives. And at once it extends pseudopodia which search out, subsurface, until it contacts a co-ax carrying data to an archive. […]. And the distorter operates from that instant on in a way for which the word “inspired” is not excessive. It diverts integers of the data, the fundamental message-units, so that they no longer agree. In other words, copy two of the original document no longer can be superimposed on copy one. Copy three disagrees with copy two at one higher order of distortion…”

Antes de existir el ordenador personal… ya fueron prefigurados nuestros queridos virus informáticos.

 

4

La cosa es que en una cita neutral, en Islandia, tanto el del Oeste (un hombre) como la del Este (una atractiva joven) quedan para hacer una quedada de trance compartido, a ver si pueden aprovecharse de sus poderes cog. El hombre compra un cómic en un kiosko. The Blue Cephalopod Man. Editado en Ghana, con personajes negros, dirigido a una audiencia Afroasiática.

Pero… “by some fluke of the world-wide autonomic distributing mechanism, it had shown up here in Iceland”.

Cosas de Internet…

 

Será la novela quizá menos seria de Dick hasta la fecha, y seguramente esto es por el propio encargo que recibió, o lo que él interpretó. Le adelantaron 500 dólares por ella… y fíjense cómo entretiene, cómo hace pensar, cómo hace reir. Y el mensaje final de la historia es claro: amor y empatía resuelven todos los problemas. 

 

Dejo cubiertas, unas cuantas.