viernes, 15 de noviembre de 2013

Los novios (I promessi sposi) (1822) - Alessandro Manzoni







Alessandro Francesco Tommaso Manzoni (Milán, 7 de marzo de 1785 – Milán, 22 de mayo de 1873).




Su trabajo por antonomasia es Los novios (I promessi sposi), que terminó en 1822. Al parecer, escrita en principio en italiano piamontés (la región de Turín y Milán), más tarde la reescribió en el italiano más culto de la región de Florencia (la Toscana) (1842). 

Este verano, después de un viaje por el Norte de Italia, decidí que ya iba siendo hora de atacar “Los Novios”. Y desde luego que hoy ya me tocaba escribir algo sobre ella.

La edición que he usado es una bastante antigua, de la Biblioteca Sopena (1980). No se indica el nombre del traductor, cosa que es una pena. Castellaniza todos los nombres, algo a lo que se acostumbra uno si la novela es italiana (Don Abundio por Don Abbondio, Cristóbal por Cristoforo).





Antes de nada, tengo que reconocer que hacía ya más de un año que no leía nada del siglo XIX. Lo último fueron “Los papeles del Club Pickwick”. Y sinceramente, no sé por qué la raza humana tiene la curiosa tendencia de dejar de lado lo que mejor le sienta a su cuerpo y alma. No hay mejores lecturas que estas. Leer “Los Novios” ha sido una vuelta a la literatura como tal. Nada de artificios; nada de frases huecas; nada de consejos. Y para los que piensen que se trata de una novela romántica (en la peor acepción de la palabra), pues que comiencen a leerla.

Lo primero que tengo que destacar de “Los Novios” es su sentido del humor. Manzoni llena todos sus pasajes con grandes ironías y sarcasmos a veces. Otras, con una sensibilidad que es consecuencia, como no puede ser de otra manera, de su época, en la que el nombre de Rousseau todavía significaba algo en Europa.

Segundo, su capacidad descriptiva de la Historia, y sobre todo, de la época en la que la peste asoló a Milán y sus alrededores en 1630. Uno se deja llevar por los acontecimientos, y elige a Manzoni como a ese profesor de Historia que nunca tuvimos en la escuela. Que a la vez que enseña, intenta entretener, o al revés.


Acción entre Milán,  el lago di Como, y Bérgamo. En el mapa de arriba se pueden ver (eso espero) las ciudades. Al Norte, Lecco, que está en el final sur del lago Como. De Lecco hacia el Sur surge el río Adda, que se tornará fundamental en la historia de los novios. También cumple su papel cierto monasterio de monjas situado en Monza. Pero lo más importante que hay que indicar es que Bérgamo por aquella época (1630) pertenecía al Estado de Venecia, no al de Milán, controlado éste dicho sea de paso por un gobernador español. De aquí la importancia de poder moverse entre las dos partes del río Adda, que hacía de frontera. 

El argumento se puede resumir en pocas líneas. Un señor feudal, Don Rodrigo, queda prendado de la belleza de Lucía, que es la prometida de Renzo (Lorenzo). Así, avisa al párroco local del pueblo donde viven los prometidos que no se le ocurra casarlos antes de que él cate a la novia. Y ya está. Hoy se haría de esta historia una incesante explotaition de ideas como la violencia machista, del mal que se ha instalado en este mundo, de la decadencia moral de nuestra era, etc… cuando suele ser lo más normal del mundo (dada nuestra condición de animales envidiosos, claro está).  Lo que han cambiado son los métodos, no los fines.

Manzoni lo que hace simple y llanamente es describir con paciencia, estilo, y ánimo conciliador, todo, absolutamente todo el mundo que rodea a esta situación, sin dejar títere con cabeza. Es decir, controlando como escritor el mundo que crea, y con un plan en la cabeza. Poco importa (que sí importa) el destino de esta pareja. Lo que vemos y escuchamos por los caminos lombardos es lo importante.

Así, empezamos con los bravos. Que eran por aquella época una especie de matones al servicio del señor de turno. Manzoni se encarga de explicar poco a poco el papel de la ley en la época descrita, y cómo ésta se aplica según a quién afecte o no. Su ironía es magistral.

Don Abundio pasea por las orillas del Adda y es avisado por dos de estos matones. Más tarde, viendo la cobardía del párroco, que está asustado por las amenazas de Don Rodrigo, Lorenzo y Lucía prepararán un numerito por el que aunque Don Abundio no diga nada, se queden desposados si ambos pronuncian un “sí” ante él. Saldrá mal.

Aparecerá en escena un monje, fray Cristóbal, que es el primer héroe de la novela, el que hace todo lo posible por establecer la justicia en el país, y sobre todo, luchar contra el poder y el abuso de autoridad. En un pasaje en el que se le hace brindar, se niega por no querer dejarse llevar por los excesos, y se hace una broma sobre los navarros, que bien les viene que se enteren de lo que iban despertando por tierras tan queridas como las milanesas:

“-¿Cómo? –dijo Don Rodrigo-; se trata de brindar a la salud del conde-duque. ¿Queréis que se os tenga por partidario de los navarrinos? Así se llamaba entonces en Italia, por escarnio, a los franceses, deduciendo esta denominación de los príncipes de Navarra que empezaron a reinar con Enrique IV. A tal insinuación, tuvo que beber el fraile”.

Se escribe sobre la polenta, mientras es compartida por verdaderos amigos. Por aquella época, debía ser el alimento fundamental de la población.

Renzo debe escapar a Milán, porque es acusado de una serie de infortunios en el pueblo, tras su malogrado intento de engañar al padre Abundio. Al llegar, debe ponerse en contacto con un capuchino. Pero lo primero que ve, al entrar por la puerta este de la capital, son muchos panes por el suelo. Y se escriben páginas magistrales sobre este alimento que es la base de toda la dieta mediterránea que compartimos con los italianos: el pan. O quizás mejor dicho, la harina de trigo. Muchos panes. Ha habido un saqueo. Antes, una orden del gobernador por la que se bajaba el precio del pan, que habría de arruinar a los panaderos, que suben el precio, y surge el problema: la población se ha acostumbrado al precio barato. Desordenes callejeros que afectan a Renzo, metiéndose en más problemas.

Destaco este párrafo que surge majestuoso entre esas guerras del pan.

En un lado había servilletas extendidas, en otro platos con comida, en otro naipes cubiertos y descubiertos, en otro dados, y en casi todos botellas y vasos. De cuando en cuando se veían correr berlingas, parpallolas y reales [monedas de la época] que si hubiesen podido hablar, probablemente hubieran dicho: «el bolsillo de algún bobo, que, ocupado en ver cómo se arreglaban los negocios públicos, descuidaba los pequeños asuntos de su propia casa». Grande era la confusión: un mozo daba mil vueltas corriendo y sirviendo la mesa de comida y de juego”.

Luego ha habido escritores que evidentemente han aprovechado las posibilidades que planteó Manzoni en estas pocas frases. Sobre todo de: “probablemente hubieran dicho”, para construir una sola novela en la que las monedas son las protagonistas. ¡Ojo!, no es mala idea. Quizás la aproveche en un futuro.

Aparece el personaje del Innominado, el más poderoso de la región, acostumbrado a hacer y deshacer. Éste le promete a Don Rodrigo que se encargará de conseguirle a Lucía, que ya yace encerrada en un convento de Monza, con la peligrosa compañía de cierta monja que tiene para sí sola dedicadas unas de las mejores páginas de la novela. Pero después de prometer alegremente una nueva fechoría, el Innominado, tiene la siguiente reflexión:

“¡Envejecer!... ¡Morir!... ¿Y luego?
¡Cosa admirable! La imagen de la muerte, que en un peligro inmediato, delante de un enemigo, esforzaba el ánimo de aquel hombre, añadiendo el valor a la ira, al aparecérsele durante el silencio de la noche, en la inmunidad de su castillo, le causaba una extraordinaria consternación, porque no era un riesgo que provenía de otro hombre también mortal, ni una muerte que pudiera repelerse con armas mejor templadas y brazos más vigorosos, sino que venía por sí sola, llevábala él dentro de sí mismo y aun cuando tal vez no la creyese inminente veíala acercarse por momentos paso a paso; y cuanto más se esforzaba por alejarla de la imaginación, se aproximaba cada día más y más. En los primeros años los ejemplos sobrados frecuentes, y el espectáculo incesante, digámoslo así, de violencias, venganzas y asesinatos, inspirándole una atroz emulación, le servían al mismo tiempo de disculpa, y aun de autoridad para adormecer los clamores de su conciencia; pero ahora se despertaba en él de cuando en cuando la idea, no por confusa menos terrible, de un juicio individual y de una razón independiente del ejemplo. Por otra parte, el haberse distinguido de la turba vulgar de los malhechores, siendo solo en su especie, excitaba en su espíritu la idea de un espantoso aislamiento. Representábasele también la idea de Dios, aquel Dios de quien había oído hablar, pero a quien desde mucho tiempo atrás no pensaba ni en negar ni en reconocer, ocupado únicamente en vivir como si no existiera. Y ahora en ciertas ocasiones de abatimiento, sin causa de terror, sin fundamento conocido, le parecía que en su interior le gritaba: Existo”.

Y este personaje, el Innominado pasará a ser otro de los héroes de la novela, perdonándosele sus anteriores fechorías, y ayudando al pueblo en la próxima peste que va a azotar el Milanesado.

Luego, se escribe sobre la posición en la que queda el malvado Don Rodrigo, una vez que se da cuenta de que ha perdido la amistad del Innominado. Brillante párrafo de Manzoni:

Al día siguiente, en el lugar de Lucía y en todo el distrito de Lecco, no se hablaba de otra cosa sino de ella, del Innominado, del arzobispo [Federico Borromeo, otro héroe de la novela], y de otro sujeto que, aunque se complacía en que su nombre fuese muy conocido, esta vez hubiera deseado que nadie se acordase de él: nos referimos a Don Rodrigo.
Y a fe que no era porque antes de esta aventura no se hablase de sus hazañas, que se hablaba, y no poco; pero siempre se hacía con palabras ambiguas y en secreto. Era necesario que dos personas se tratasen con mucha intimidad para expresarse claramente sobre esta materia, y aun entonces no lo hacían con toda la acrimonia de que eran capaces, porque los hombres en general, cuando no pueden desahogar su indignación sin riesgo, no sólo la demuestran menos, o la ocultan del todo, sino que efectivamente es menor la que experimentan”.

Sobre las fronteras de aquellas épocas:

El gobierno de Venecia tenía por máxima el fomentar y promover la inclinación de los hilanderos de seda milaneses a trasladarse al territorio de Bérgamo, para lo cual procuraba que encontrasen allí muchas ventajas, especialmente la seguridad personal, que es la primera de todas, y sin la cual de nada sirven las demás”. Así, Renzo cambiará su nombre por el de Antonio Rivolta, y se irá a un telar a unas quince millas de la fábrica donde le dio trabajo su amigo Bartolo.


Y llega la peste. Al parecer, la que asoló el Norte de Italia (sobre todo a Milán y Venecia) (1629-31), fue llevada allí por tropas austriacas/alemanas, en su paso de conquista, durante la llamada Guerra de los Treinta Años (1618-1648). Estas plagas de peste acababan tranquilamente con la mitad de la población. No es difícil adivinar el tipo de población que caía antes, y durante. Los que se libraban seguro, eran los que vivían en los altos castillos construidos en las colinas.

Antes de seguir con la novela, me gustaría aconsejar la visión de una película italiana que viene bien traer a cuento en estos momentos. Se trata de “I lunghi capelli della norte” (1964), de Antonio Margheriti. Los largos cabellos de la muerte. Es una película de claro gusto gótico, en la que la acción está situada allá por fines del siglo XV, es decir, hacia 1499. El conde Humboldt se aprovecha de su posición para abusar de una guapa campesina, cuya madre está siendo quemada en una hoguera, acusada de brujería. Brota la peste en la comarca. Se cumplen una serie de profecías y maldiciones. La imaginería de Margheriti vale la pena asociarse a los hechos que ocurren en “Los Novios”, aunque la acción ficticia de ambas obras se separe por un lapso de unos 130 años.

Manzoni muestra su maestría narrativa en las páginas en las que describe la llegada de la peste a Milán, y sus consecuencias. Sin duda, si se ven las cosas desde el año 1820, la peste de 1630 no quedaba tan lejana como nos queda a nosotros, teniendo en cuenta también que a principios del siglo XIX no se podía dar por finiquitado el peligro de una nueva peste (y desde luego que hoy tampoco, aunque los riesgos físicos parezcan menores, no quedando tan claro los efectos de una posible peste psíquica que todavía está por analizar adecuadamente).

Manzoni recoge testimonios de algunos historiadores. Uno de ellos, de Ripamonti, quien al parecer fue testigo de tal escena:

Un día de no sé qué festividad, un anciano más que octogenario, después de haber orado de rodillas en la iglesia de San Antonio, quiso sentarse, para lo cual quitó antes con la capa el polvo del banco.
¡Ese viejo está untando los bancos! gritaron algunas mujeres que vieron el acto.
Arrojáronse sobre el infeliz las gentes que se hallaban en la iglesia, sin reparar en el sitio, y arrancándole las canas, le magullaron a puñetazos y patadas, arrastrándole fuera medio muerto para llevarle a la cárcel, a presencia del juez, a la tortura”.

            Impresionante cómo poco a poco Manzoni introduce al lector en esa vida cotidiana milanesa, llena de espantos producidos más por la propia actitud de la población que por la propia peste. Porque en un inicio, los médicos negaban que hubiera peste. La culpa la tenían los que querían expandir la enfermedad mediante el untamiento de superficies como puertas u otros lugares, provocando así la enfermedad. En vez de poder atajar la enfermedad desde un inicio, para cuando todos se dieron cuenta de que aquello no podía ser obra del hombre, muchos ya habían caído.

            Y tras unas serie de aventuras fabulosas, sobre todo las descritas en el lazareto (lugar en el que se amontonaban a los apestados), la novela tiene su lógico final.

            En resumen, una gran lectura. Requiere de tiempo, es cierto. Pero compensa de sobra. Además, también se trata de hacer un homenaje a la tan desconocida letteratura italiana. Es la primera gran novela moderna italiana; “Los Novios”. Inolvidable.

             Dejo aquí una serie de portadas de otras ediciones de la novela, algunas de editoriales muy conocidas. 





Y para el final, dejo una serie de fotografías sobre Manzoni. 

Venecia. Manzoni tenía entre dieciocho y diecinueve años. Todavía le quedaban muchas aventuras por delante. 


Y todas las fotos a continuación están tomadas en Milán. En la Piazza San Fidele, a dos pasos de la famosa Galleria Vittorio Emanuele II, la gran estátua.




Estas son de la casa-museo en la que vivió largos años, y también fue su casa natal. No llegué a entrar en ella. En otra ocasión. 













La dirección exacta es 1, Via Gerolamo Morone, al lado de la Via Manzoni, que nace en la Piazza della Scala. Y como se trata de seguir con la literatura italiana, recomiendo leer el relato "Paura alla Scala", de Dino Buzzati, puro siglo XX italiano. Miedo en la Scala. Pues eso. Las cosas no han cambiado tanto. 





martes, 12 de noviembre de 2013

Greg Egan - El Instante Aleph (1995)

Greg Egan es un australiano que nació en Perth en 1961. Graduado en matemáticas, programador informático y escritor.

Su novela "Cuarentena" abre la colección Gigamesh de libros de ciencia ficción de la propia editorial barcelonesa. "El Instante Aleph" ('Distress') hace el número ocho de esta colección (dic 2000). Aunque la novela realmente está escrita en 1995. Lo que me provoca una buena dosis de vértigo temporal. Ya han pasado casi veinte años, y la novela se lee en 2013 con un interés actual sorprendente. Parece escrita ayer.




Egan trata multitud de temas. Algunos muy de cerca, otros más de pasada.

Al principio, introduce una pequeña aventura del protagonista, el periodista Andrew Worth, en la grabación de una vuelta a la vida de un personaje que ha sido asesinado, y por unos segundos, éste vuelve a vivir para poder decir quién fue el asesino. Pero a pesar de lo bien que está descrito este pasaje, con detalles que ya querrían muchos escritores para un solo relato o novela, se trata de un entremés. Egan poco a poco deja a Andrew dejarse llevar en una serie de hechos, reflexiones y ocurrencias que mantienen la atención del lector hasta el final. Y no solo esto. De hecho es de esas novelas que uno no quiere que acaben nunca. Porque hace pensar, además de entretener un ratazo. 

Worth se enfrenta a diferentes tipos a entrevistar para un documental que debe realizar. Un tipo que quiere aislarse del resto del mundo a partir de la creación de un nuevo ADN que le haga inmune a cualquier tipo de riesgo médico. Una asociación de gentes ("Autistas Voluntarios") que abrazaría cierto tipo de autismo débil por el que creen que vivirían menos engañados (sin acudir a los procesos íntimos y empáticos a los que estamos acostumbrados todos con respecto a nuestra familia, amigos, compañeros de trabajo, etc...). Una compañía de seguros que ofrece posibilidades médicas únicas. Y sólo estamos en la página 29. A esto se le añade su relación con su novia, Gina, brillantemente descrita. Con ella pasea por el antiguo centro de Sydney, que se ha convertido en una ruina general, por la que se pasea y acude a interesantes restaurantes con menús muy particulares.

Hablando con el hermano de Gina, cuando Andrew rompe con ella, el hermano dice (después de tomarse una especie de pilula de la verdad): 

"Nadie madura. Es una de las peores mentiras que se pueden decir. Las personas cambian. Las personas se comprometen. Se encuentran atrapadas en situaciones que no desean... y les sacan el mejor partido posible. Pero no intentes decirme que es una especie de glorioso ascenso predestinado a la madurez emocional porque no es verdad. [...] Sólo tengo que hacer que funcione [sobre su mujer e hijas] Y ya ni siquiera me cuesta mucho. Es pura rutina. Pero... creía que había algo más. Creía que si se pasa de valorar una cosa a valorar otra es porque se ha aprendido algo nuevo, se ha entendido algo mejor. Y no es eso en absoluto. Lo único que hago es darle valor a lo que tengo. Así es, ésa es toda la historia. La gente siempre hace una virtud de la necesidad. Idealiza aquello de lo que no puede escapar. [...] Quiero a Lisa y a las niñas de verdad... pero no hay ninguna razón más profunda que el hecho de que es lo mejor que puedo hacer con mi vida en estos momentos. No puedo refutar nada de lo que dije cuando tenía diecinueve años, porque ahora no sé más. No soy más sabio. Lo que me molesta son todas esas mentiras pretenciosas de los cojones que nos inculcaron sobre crecer y madurar. Nadie fue sincero y admitió que el amor y el sacrificio son sólo lo que ponemos en práctica para no enloquecer cuando nos encontramos en otro tipo de encerrona

A partir de la página 80, hasta el final (343), Andrew se va a Anarkia, una isla de coral artificial en el Pacífico, que ha nacido y se ha desarrollado a partir del pirateo de patentes que no pagan. Otro tema más que da mucho para pensar. Y una página web (pirata) en la que se paga al contado por conseguir información rápida e importante en ese momento (un número de teléfono, por ejemplo, que se desea tener al instante, en cualquier parte del mundo). 

Introduce un australiano residente en Anarkia, Bill Munroe, que dice cuatro verdades también sobre la cultura australiana (que en mi caso me importa menos). 

Egan desarrolla poco a poco, en la isla de Anarkia, la descripción de una convención mundial de físicos. Hay tres de ellos que pueden llegar a dar con una teoría que pueda explicar todo (TOE, Teoría del Todo, Theory of Everything). Violet Mosala es la que más cerca está de conseguirlo. Por momentos Egan se mete en tales explicaciones de teorías sobre el Big Bang, y leyes de física, poniéndose metafísico, que la lectura se hace un poco árida. Pero no importa. Enseguida mete a Andrew en aventuras más cotidianas que nos hacen disfrutar de la novela a tope.

Lo importante para Egan es hacer notar que por mucho que se pueda poner a disposición de la humanidad un importante avance en nuestra auto-explicación del ser humano como raza, y del Universo que nos rodea, siempre habrá gente dispuesta a entorpecer este tipo de investigaciones, por miedo a perder su cuota de poder metafísico (religiones oficiales, sectas cobardes pero muy alienantes, etc...). 

Los personajes secundarios siguen siendo casi lo mejor de la novela. Como Michael, el enfermero que ayuda a Andrew cuando este se contagia del cólera, que habla sobre la religión cristiana en su adolescencia: "Veía una religión a la que le importaba más sentirse bien que hacer el bien. Una religión que valoraba más el placer o el dolor de dar que el efecto tangible que provocaba. Una religión que anteponía la salvación del alma por medio de buenas obras a las repercusiones de esas obras en el mundo". Luego Michael, se pone a leer a Nietzsche, Camus, Sartre, se empapa de incertidumbre para finalmente afirmar: "No hay una sima enorme al acecho para engullirnos cuando descubrimos que no hay Dios, que somos animales como los demás, que el universo no tiene ningún propósito y nuestras almas están hechas de la misma materia que el agua y la arena [...] Si quieres, desesperada y apasionadamente, precipitarte al abismo, por supuesto que es posible; pero sólo si te esfuerzas. Sólo si deseas que sea real y te lo trabajas hasta el último centímetro a medida que desciendes. No creo que la sinceridad nos lleve a la locura ni que necesitemos mentiras para seguir cuerdos. Tampoco creo que la verdad esté plagada de trampas a la espera de tragarse a cualquiera que piense demasiado. No hay lugar donde caer, a menos que caves el hoyo". 

Bien, queda claro el concepto que tiene Egan de la vida. "Nacer con fe, es nacer con muletas". Así de claro. Y al final Andrew, cincuenta años más tarde, por fin habla sus aventuras en Anarkia ante unos niños que ya no nacen con ellas. 

Un par de conclusiones importantes que a mi manera de entender quiere resaltar Egan: 

-para que algo exista, (siempre que interese que exista), es necesario que se explique de qué se trata. Al menos, darlo a conocer, y que se entienda. Y hay tantas cosas que existen, pero en realidad no. Porque no interesa que se conozcan, es decir, no existen. Posibilidades que están ahí. 

-la física y la información poco a poco deberían converger. Parece mentira que Egan hace veinte años trate con tanta facilidad esta idea, sobre todo porque por aquel entonces nadie sabía ni lo que era un terabyte. Y hoy en día, cuando nos rodean algunos de ellos alrededor de nuestros ordenadores... renace esa sensación de vértigo. A mí se me escapa de mi entendimiento, pero solamente sugerir un tratamiento espacio-temporal de la información suena muy pero que muy bien. 

En resumen, novela de obligada lectura para aquel aficionado a la informática, a las utopías, a la reflexión inteligente, y ¿por qué no?, al cine (porque en realidad Andrew es una cámara humana que lo graba todo). 

Y dejo aquí un link a la página del autor:

http://www.gregegan.net/DISTRESS/DISTRESS.html

domingo, 10 de noviembre de 2013

Acid Mothers Temple - Le Bukowski (Donostia) 7 Nov 2013

En su día, para ser más exactos un 3 de Marzo de 2006, asistí a un concierto de Damo Suzuki, acompañado de su particular Network. Lugar: el Bridge de Kyoto. En esa especial Network de Damo, por la que transitan músicos de todo tipo, que cambian y mutan según en qué ciudad o país cante el bueno de Suzuki, aquella noche estaban presentes Makoto Kawabata y Hiroshi Higashi (guitarrista y teclista respectivos de Acid Mothers Temple). Adjunto foto para el recuerdo.


Damo Suzuki cantando, Higashi, y Kawabata (a la derecha). 


Si la memoria no me falla, no llegué a ver al grupo completo en los años que estuve viviendo en Osaka (2003-2007), ¿quizás en el Namba Bears, en otro tipo de sesión mix de músicos?

Dejo para el investigador más sesudo, un análisis más completo sobre las variaciones de nombres y formaciones en la Acid Mothers Temple Band...

La del pasado 7 de Noviembre en Donosti fue la siguiente:

Acid Mothers Temple & Space Paranoid:

Kawabata, Okano, Tabata y Higashi. 

Kawabata Makoto : guitar
Tabata Mitsuru : bass, vocal
Higashi Hiroshi : electronics, marmonica
Okano Futoshi : drums


El programa, en principio, anunciaba un homenaje al inmenso LP "Paranoid" (1970) de Black Sabbath, su segundo álbum. Finalmente, no tocaron el LP entero, si no que optaron por tocar otros temas. Una pena no haber podido escuchar "Planet Caravan" o "Electric Funeral". Bastante decepcionante en un sentido ortodoxo. Una pena. A cambio tocaron otros hits del grupo: "Sweet Leaf", "Tomorrows Dream", "The Wizard" y el clásico "Black Sabbath", en versión larga.

De todos los temas, el cuarteto desarrolló a su manera sus propios solos (de guitarra, sobre todo). Un sonido feroz hizo que me tuviera que retirar de la segunda fila (a un par de metros del escenario), e irme fuera de la sala por un rato (los oídos me pitaban muchísimo).


Brillante trabajo del batería, y de Kawabata. Bien con el bajo, pero bastante pobre la voz de Tabata, escondida entre el potente ruido que había en la sala. Los ruidos de Higashi, bastante rallantes, como ya lo fueron en Kyoto. El hombre por momentos parece que se aburre, y pareció disfrutar de la harmónica con "The Wizard".

En resumen, experiencia única e inolvidable. Un gran concierto en una ciudad poco acostumbrada a este tipo de actos.



De los videos que añado a continuación, algunos no tienen imagen, solo es toma de sonido (por no andar molestando con la cámara). 


Iron Man

Sweet Leaf

War Pigs

Tomorrows Dream

Black Sabbath (toma 1)

Black Sabbath (toma 2)


Y unas cuantas fotos del concierto: