martes, 29 de octubre de 2019

Dr. Bloodmoney / The Simulacra by Philip K. Dick (again)


DR. BLOODMONEY

Antes de ir con “The Simulacra”, hacer una pequeña reseña sobre “Dr. Bloodmoney, or How We Got Along After the Bomb”, escrita en 1963 como “A Terran Odissey”, en el mismo año que “The Simulacra”, aunque presumiblemente antes, según su bibliografía.

“A Terran Odissey” fue editado posteriormente con el título de Bloodmoney…,  en 1965, a partir del éxito de la famosa película de Stanley Kubrick, “Dr. Strangelove or: How I Learned to Stop Worrying and Love the Bomb” de 1964.



 Este es mi ejemplar
 
Decir que no tiene nada que ver la novela con la película, salvo, claro, el tema común de lo nuclear y la paranoia de la Guerra Fría de aquella época.

“Dr. Bloodmoney” sufre demasiado precisamente por esa atmósfera de paranoia nuclear, podría haber sido mejor novela si Dick la hubiera ambientado en un tono menor, algo más íntimo, como hizo en “Confesiones de un Artista de Mierda”. Porque los personajes están muy bien creados, enlaza muy bien las escenas, y verdaderamente se palpa el drama humano en el post-apocalipsis nuclear.

Ya lo he escrito en otra ocasión, Stephen King ha bebido de Dick, y mucho. Estoy convencido de ello. Las ocurrencias, las dickiananas se suceden. Es el caso de criaturas que viven solo como entidades etéreas en el interior de una hermana en este caso. Que más tarde saltará al exterior, controlando el cuerpo y la mente de un ave nocturna que tendrá muchas implicaciones en la historia que se cuenta. Dick deja en manos de escenas totalmente rocambolescas el desenlace de una historia que podría haber ido por muchos derroteros.

Es una novela bastante loca, en el sentido de screwball comedy, todo pasa muy rápido. Y por momentos, da un poco de miedo pensar lo que puede ocurrir con personajes inocentes, cobardes en cierto modo, por culpa de criaturas tan raras como la que posee al ave, o el phocomelus, especie de mutante con mucha mala leche. El mismísimo Bloodmoney trata de causar con su psicokinesia un nuevo desastre nuclear en la bahía de San Francisco.

El final es positivo, y esperanzador. Los protagonistas quieren seguir viviendo su vida, ser de ayuda.

Dick decía en un postfacio a la novela que el personaje con quien más simpatizaba era Stuart McConchie, un tipo que siempre duda y duda sobre lo que debe hacer, para seguir defendiéndose en la vida, y que por fin, tras una calamidad nuclear es capaz de hacer frente a la situación porque piensa, actúa, y sale adelante, y se demuestra a sí mismo que partiendo de cero, sin las ventajas con las que cuentan algunos, es mucho más capaz que la mayoría. De hecho, al final consigue ser un comercial de primer orden.

La figura del comercial, tan de moda en la España de los años 80 y 90, gente con cierto perfil de sociabilidad, presencia física, y buencaer, está muy presente en esos San Franciscos de los 50 que recrea Dick, gente que se desloma por vender, o en general, por cumplir con su trabajo. Claro que en aquellos 50 había mucho por vender. No voy aquí a decir qué era del jovencito comercial en España, y qué fue de él.

Dado su contexto bastante comprensible, que no hay viajes en el tiempo ni al espacio,  “Dr. Bloodmoney” sí es una novela recomendable para quien se quiere iniciar en los mundos dickianos, y digamos que el horror existencial es más exterior que interior. 




...muy reveladora esta edición japonesa...

THE SIMULACRA

“The Simulacra”, con la que estoy ahora, creo que no es recomendable para el poco iniciado. El comienzo es como si en un concurso de fuegos artificiales la casa pirotécnica pensara que lo tiene que dar todo en los cinco primeros minutos. Y luego intentar seguir el ritmo, sin detenerse un minuto.





Mi ejemplar de "The Simulacra"

Verdaderamente, Dick mezcla sus conapts, gigantescos apartamentos donde la ley es la del chisme, el enchufe, y el más extremo conservadurismo, con el viaje en el tiempo para rescatar al nazi Goering (y proclamarse potencialmente como el nuevo Presidente), robots (simulacros) que dirigen el país, manifestaciones de neo-nazis, la población en general adepta a la televisión, y algunos en concreto, los verdaderos protagonistas de la novela, con serios problemas existenciales al pensar en la idea de quedarse sin mujer, sin trabajo, sin futuro. Y hay más, la salida, the ultimate solution, es el viaje a Marte, donde todo puede ser resuelto, conviviendo con otros simulacros que harán las veces de adorables vecinos. Eso si se llega allí.

Y tengo que ir más despacio, porque si no, es imposible aclararse. La sociedad está dividida en dos clases a su vez, los Be (Befehlsträger) y los Ge, siendo los segundos (Geheimnisträger) los que están capacitados para conocer los secretos que guardan las élites. Hay un músico, Kongrosian, que le sirve a Dick para describir una buena dosis de psicosis en una persona, músico que interpreta la música sin tocar los instrumentos, a través de sus poderes telekinésicos. Está el fabricante de naves espaciales que intenta engañar a sus clientes con los poderes telepáticos de un marciano, o el fabricante de simulacros, ¡que está próximo a la bancarrota! (En los mundos de Dick la habilidad técnica, las proezas de ingeniería, la inteligencia pura no sirven de mucho, siempre a las órdenes de los que mandan).

Lo realmente poderoso de “The Simulacra” es que Dick logra conglomerar todo esto (y mucho más, en forma de detalles) en alrededor de sesenta páginas. El comienzo puede ser un poco confuso, o más confuso que de costumbre, hasta que uno aterriza en Planeta Dick y se hace una idea de lo que ocurre, aparte de que hay tal cantidad de diferentes personajes en tan pocas páginas, que yo por lo menos, he tenido que volver atrás unas cuantas veces, repasar lo leído, sobre todo alguna conversación. Aún así el comienzo es bastante peculiar, algo que no se vuelve a mencionar en unas cuantas páginas, y aparentemente tampoco es la línea más importante: un tipo que trabaja para una casa de música electrónica lleva consigo una especie de criatura, procedente de Ganímedes, que le sirve como altavoz… 

 ...así comienza la novela...

Esto ya es personal, pero entre que no dispongo de grandes intervalos de tiempo para leer, y encima cuando lo hago, mi estado mental tampoco es el mejor, lo más recomendable es tomarse las cosas con paciencia al principio, y comprobar cómo se va hilando la historia. Realmente esto es lo más disfrutable, el hecho de que la cabriola que nos espera es todavía mayor que la anterior, y sigue el espectáculo. Y a la vez, sentimos lástima por esos personajes metidos en líos que van superando los obstáculos para bien o para mal.

Hasta aquí, la presentación. La primera dama es la que realmente gobierna los USEA (Estados Unidos de Europa y América), Nicole Thibodeux, artificial ella misma quien se casa de vez en cuando con cierto tipo (un simulacro, por otra parte, algo desconocido por las clases no apoderadas). La idea es que el próximo marido será Goering. Kongrosian debería actuar para Nicole en la Casablanca, pero se suspende la actuación. El fabricante de naves y un comercial de simulacros quieren que su número musical llegue a oídos de Nicole, pero antes deben tocar en el salón de actos de uno de los conapts, Todo esto no tiene ningún sentido, pero la gracia es que lo tiene mientras se lee la novela. La amalgama es casi total a estas alturas en la carrera de Dick.

Poco a poco Kongrosian va adquiriendo importancia como personaje, y en el momento en el que un anuncio volador (un “Theodorus Nitz”) aterriza sobre él, alertándole de lo mal que olemos a veces, se vuelve loco. Piensa que atufa, se vuelve invisible… o eso piensa. De repente, Dick sugiere que los poderes telekinésicos de Kongrosian incluso pueden alterar “the fabric of the future” nada menos, el tejido del futuro…

El personaje de la casa de música electrónica del comienzo, Nat Flieger, poco a poco va aunando protagonismo. Resulta que a pesar de no poder grabar la música de Kongrosian, en los aledaños de su vivienda, alejada de las grandes metrópolis, en el lluvioso estado de Washington, se encuentra con una serie de seres, los “chuppers”, una especie de Neandertales traídos a nuestro tiempo con una von Lessinger (así se denomina el equipamiento para viajar en el tiempo). Los chuppers sin duda me traen a la cabeza su novela de 1960, “The Man Whose Teeth Were All Exactly Alike”, que en mi opinión resulta superior a “The Simulacra” porque es mucho más sencilla, de sus pocas realistas, pero con un efecto final grandioso. Nat Flieger se decide a querer grabar los sonidos que producen esos seres…

Y es el final lo que falla con “The Simulacra”. La traca final no puede ser contundente. Ya hemos flirteado con el viaje en el tiempo, a Marte, con la psicosis extrema, la paranoia, los miedos cotidianos… y al final, todo depende de que la mayoría de los habitantes, los Be, se enteran de algo que tampoco tiene tanta importancia: su querido tótem televisivo Nicole Thibodeux no es más que un robot. Los Neandertales en alguna medida triunfan…

Años más tarde, en “¿Sueñan los Androides con Ovejas Eléctricas?” (1966) Dick vuelve con la figura televisiva invasora de las vidas cotidianas de la mayoría de habitantes del planeta, con la figura de Mercer y el mercerismo, pero su papel es mucho menos importante. No quiere decir que no cumpla su función en la atmósfera de la novela, pero no es el quid.

En resumen, el nivel de malabarismo en “The Simulacra” es muy alto al principio, coge más ritmo todavía, pero al final, hay varias piezas que a Dick se le caen al suelo. No deja de ser una historia disfrutable. Tiene momentos de humor muy socarrón y de horror (el que produce hoy en día leer las profecías de Dick convertidas en realidad).

Mención aparte, la influencia de la cultura alemana sigue muy latente en Dick. La fulgurante música electrónica, el idioma, el reciente pasado nazi, etc…




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