viernes, 11 de octubre de 2019

Chain Reaction (1959) - Christopher Hodder-Wiliams


Christopher Hodder-Williams (1926-1995).

Su segunda novela, la primera de ciencia ficción (“fiction science”, según él mismo), “Chain Reaction” (1959) es la que me ocupa hoy. Tenía familiares editores, y eso supongo que le ayudó en su etapa de escritor. Como tantos otros ingleses que luego se dedicaron al arte, en la IIGM fue soldado, aunque también estuvo metido en teatro, aviación y música… No hay mucha información sobre él, y es uno de esos casos de heterodoxia cultural que pasa a la historia… ¡por sus novelas de ciencia ficción!

Seguramente, un tipo interesante, inglés de pura cepa, algo que transmite en la novela con contundencia.

Por analogía temporal, escrita en 1960, publicada en 1961, surge en mi recuerdo la reciente lectura de “Rogue Moon”, que comparte algunas estructuras con “Chain Reaction”.






Algo pasa, se trata de saber lo que es, y para ello se describe con detalle los altos estamentos burocráticos. En “Rogue Moon”, más empresariales; en “Chain Reaction”, científico-políticos. Algis Budrys justificaba a sus personajes más escandalosamente conservadores, o esa es la sensación que me dio, pero Hodder-Williams intenta humanizar la situación a la que se enfrentan algunos científicos ante un desastre nuclear. Incluso el Prime Minister sale bien parado, como un hombre sensible y razonable. Y al final hay dimisiones. Como tiene que ser.

Hay que tener en cuenta que el 10 de Octubre de 1957 ocurrió en Gran Bretaña (en Sellafield, antiguo Windscale) el mayor accidente nuclear en este país hasta el momento. Es de suponer que Hodder-Williams aprovecha la novedad, y la explicación progresiva del ficticio desastre de su novela es detallada y está conseguida.
 
Aparte, hay tramas secundarias (amores repentinos, celos profesionales, problemas con el alcohol, etc, etc…) satisfactorias y con un fondo humano que se agradece. Es evidente que el autor de “Chain reaction” utilizó con habilidad el método de escribir con fichas, ir alternándolas según su plan, ofreciendo al lector un trabajo fino y que ha soportado bastante pero que bastante bien el paso del tiempo.

Ahora, la novela en mi opinión tiene dos grandes virtudes. Una, que capta muy bien cierta Inglaterra de su época, y por otro lado, la trama principal es atractiva. En este sentido, es más una novela negra o thriller, el lector quiere saber quién es el responsable, o cuál es el origen de la contaminación radioactiva. Y el final es bastante decente, algo peliculesco, que puede recordar a las aventuras que rodaba ese otro inglés llamado Hitchcock.

La primera escena comienza con la llegada de un Rolls Royce a Whitehall, Londres, donde algo se cuece. Se menciona el Great Tom de Oxford, dando la hora, mientras algo grave empieza a suceder. Al principio todo se achaca al metal de las latas que se usan para fabricar conservas de baked-beans, y subproductos de dudoso gusto, como espaguetis con tomate. Es posible que las latas de baked beans Heinz de hoy en día, 60 años más tarde de haberse editado “Chain Reaction”, sepan aún peor que aquellas, pero aún así de acompañamiento a un brunch no están tan mal… ¡pero espaguetis en lata!, qué horror. Se nos explica con detalle el proceso de fabricación de las dichosas baked beans, y por momentos, parece ser que la culpa la tiene la salsa de tomate que las acompaña… Es posible que aquí haya cierta intención del autor por desacreditar esa salsa de tomate, que en realidad es lo más intragable del preparado… salsa a la que parece que se ha añadido un azúcar sospechoso de haberse contaminado… Pero surgen nuevos episodios de radioactividad, y el tema se va complicando. El carácter de los científicos que se reúnen en Whitehall se va perfilando, y Hodder-Williams nos ofrece amablemente un sketch de la sala de reuniones, mostrándonos dónde se sitúa cada personaje a lo largo de la mesa. Uno de ellos es el dueño de una fábrica de judías, un tipo algo turbio, y que no goza de las simpatías de su propio creador. Desfilarán más empresarios con pocos escrúpulos, pero finalmente el personaje más detestable es uno de los científicos que aspira al puesto de otro. 





Y un sketch de Seff, explicando cómo fueron las cosas en el reactor...




Hay otro personaje por ahí al que no se le describe, pues está siempre tras un ejemplar del The Times. Más horas del té, chicas guapas y educadas, lluvia, viajes, llamadas por teléfono que en 1959 mantenían en vilo a toda una sala de reuniones por si se cortaba la línea, aventuras, y sorpresas… aunque finalmente, lo digo sin ánimo de spoilers, el problema parece ser que proviene de Escocia… ¡ay! y esa rana de la cubierta de mi ejemplar... está justificada.

Cosy novel, como la califico yo, de la cuerda de John Wyndham o Charles Eric Maine... Un tipo de lectura sin mayores pretensiones, pero que nos alimenta que da gusto... but!...





No hay comentarios:

Publicar un comentario