miércoles, 28 de agosto de 2019

The Santaroga Barrier (1968) - Frank Herbert

Mi primera incursión en los mundos de Frank Herbert.

Tras leer "Dhalgren", si bien anclada en la ciudad de Bellona, novela global y universal, "The Santaroga Barrier" se adscribe a una parcela muy concreta temáticamente, aunque coincide con la primera en que toda la acción transcurre en un pequeño valle californiano, Santaroga Valley.

Escrita entre el primer y segundo "Dune", Herbert estaba en plenitud de facultades, en su fabulosa década de novela tras novela entre 1965 y 1975 aproximadamente.

Cada uno puede sacar sus propias conclusiones, pero después de leer "The Santaroga Barrier" se me vienen a la cabeza un par de referencias populares anteriores a su publicación: los cómics de Asterix y Obelix (1961) y la película "Planeta Prohibido" (1956).

La poción mágica del cómic en Santaroga se llama "Jaspers", y se la toma cualquier "Santarogan" que se precie, es decir, todos. Es una sustancia que cierto tipo de hongos o setas reparten en forma de esporas. Los efectos aumentan la velocidad de coordinación mental, y sobre todo, favorecen el resurgimiento del subconsciente que todos llevamos dentro. He aquí mi referencia a "Planeta Prohibido".

Herbert va tejiendo a su ritmo (que puede molestar a quienes quieren acción desde el primer momento) una telaraña de causas y efectos que al principio se pueden dar por casualidades o accidentes. Pero poco a poco, el protagonista, Gilbert Dasein, va descifrando la situación real. En este sentido, es una novela muy dickiana, y tiene ecos de "Eye in The Sky" o "Martian Time Slip".

Se dice que bien puede ser una novela utópica o distópica, según se mire. ¿Es el pequeño pueblo galo una utopía? Quizá. Asurancetúrix, el bardo, es ese personaje rechazado por los demás, que no soportan su música. En Santaroga los hay de este tipo. No todos asimilan el Jaspers de la misma manera. Puede surgir un inconsciente molesto.

Se plantea la cuestión, y nosotros debemos pensar en ello. Novela muy de su tiempo. LSD, comunas, ideas de prosperidad social aislada del resto del mundo. Suena demodé.

Herbert escribe bien, y alcanza con nota el desenlace de la novela, que por sí mismo, es un triunfo. Más en el año 2019; su final hoy en día quizá no pudiera ser ni publicable en ciertos estados americanos. Por ser demasiado antisistema. En un sentido económico y social, no político.

Es como si en este país, España, todos nos pusiéramos de acuerdo en no acudir a los bares, restaurantes, y demás establecimientos hosteleros. Como si se descubrieran de repente nuevos espacios comunes de reunión y de avituallamiento. El sector hostelero estaría subiéndose por las paredes. ¡Incluso los millones de turistas que llegasen a España optarían por usar los nuevos espacios! Algo así ocurre en Santaroga respecto a las grandes compañías americanas que dan por sentado su negocio en el 100% del territorio. Y les jode, pero mucho que los Santarogans tengan un comportamiento comercial muy particular, rechazando lo outside, lo Aüslander. En este sentido, definitivamente Santaroga es una utopía. El subconsciente humano es otra historia.

No es particularmente descriptiva la cubierta de mi ejemplar
 

Es otra historia porque el efecto de las drogas son muy diferentes según quién las tome. He aquí la parte más distópica de la novela. Lo mejor de la novela: cómo Hebert poco a poco construye, con paciencia, el efecto del Jaspers en un adulto que lo experimenta por primera vez. Y cómo no es tan fácil sacar conclusiones, incluso para Gilbert Dasein, experto doctor en Psicología.


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