Creo que se insiste demasiado, una y otra vez,
sobre la idea de que las novelas de PKD tratan principalmente sobre las
características de una realidad que no es como parece ser, sobre si algo es
real y colectivo para todos nosotros o si pertenece a otro mundo o a la
imaginación concreta de un individuo. Una cosa es la percepción del lector. Otra la de la comunidad de lectores. Otra la de los críticos con su obra. Hasta aquí, como con cualquier otro escritor. Pero con Dick se retroalimentan todas estas características, muy influidas por sus últimos trabajos. En su caso, hay que añadir sus propias percepciones del mundo real, y los mundos que pueden existir a la vez según su consciencia y creencias a lo largo del tiempo. Pero aquí hay que hilar muy fino, porque el Dick de 1962 no era el mismo que el de 1974. Poco a poco. Por esta razón leo en orden cronológico su obra. Ya habrá tiempo de hallar cuándo realmente la "visión" cambia. Pero de momento, no. Hasta ahora, son construcciones lógicas, dentro de lo que es ficción pura y dura.
Sigo leyendo como digo en orden temporal sus novelas, y
desde luego, We Can Build You (1962) se sale por la tangente en bastantes
ocasiones en cuanto a los clichés dickianos. Me ha parecido una rara avis. No
me ha satisfecho tanto como “Time Out Of Joint”, pero por otro lado, tiene unos
matices muy ricos.
Seguramente, es uno de sus trabajos que más le
costó editar en vida. Diez años. Parece mentira que un escritor que ya tenía
decenas de relatos publicados, y varias novelas, tuviera tantas dificultades
con este trabajo.
Se entienden las dificultades mejor si tenemos
en cuenta que “We Can Build You” apenas se apoya en el ideario de aquel entonces
sobre lo que tenía que ser “ciencia ficción”. Es que apenas la hay. Un leve
decorado, una serie de menciones a una futura repartición de terrenos en la
Luna (vuelve a la carga con el tema de la especulación inmobiliaria).
Tecnología avanzada para aquella época, en cuanto a los androides que se
construyen. Poca cosa más.
“We Can Build You” es un intento de fusión de
estilos entre por ejemplo “Confessions
of a Crap Artist” y “The Man Who Japed”. Realismo sucio, personalidades
extremas, paranoia colectiva. ¿Ciencia ficción? Pshhh…
No cuajó. Dick tuvo que seguir intentando
plasmar sus ideas con los disfraces que se llevaban en aquel momento (o lo que
para él eran disfraces, -para muchos otros escritores eran uniformes de lo más
serios-). En resumen, atenerse a esquemas “ciencia-ficticios” más evidentes
para el lector de la época. Una pena. Así luego se le critica de las
inconcebibles aventuras que sufren sus protagonistas. Inconcebibles, más que
nada por las necesidades de guión con las que se encontraba Dick si quería ser consecuente con lo que él quería describir y a la vez con las exigencias de la época.
En “We Can Build You”, tal y como se vende la
novela al público, se supone que los autómatas que son creados van a ser la punta
de lanza de algo importante. No. Son importantes como personajes en algunos
momentos, pero para Dick son personajes tan desechables como cualquier otro, no
son los protagonistas. Construye diversas tramas, tres principales. Finalmente,
se queda con prácticamente una, que es la que le parece más digna de ser
atendida.
Un escritor a destajo como Dick en los
primeros años 60, sin dinero casi para comer según se dice, lo que busca son
ideas, y después, suficiente plasmación en el papel para que le de como para una
novela a vender. Dick jamás tuvo problemas de ideas, y desde luego, se podía
permitir el lujo de prescindir de lo que le daba la gana en sus trabajos. ¿Que
alguien hubiera preferido seguir como curso principal de la novela alguna de
sus “idea-desechos”? Claro. Aunque desde luego en mi opinión, en “We Can Buid
You” Dick se deja llevar, como siempre, por su humanismo. Quiere destacar
finalmente la historia de amor y de pasión. Nada se sabe del final de los
androides. O de los negocios sucios en la Luna. No hay un capítulo en el que el
protagonista salve a la chica, al mundo, y establezca su propia colonia fuera
de la Tierra en un par de páginas de auténtica locura argumental. Punto final. Pero fracaso comercial. Espera de diez años para
publicarse en forma de libro. De entre siete y ocho para que saliera por
capítulos en la revista “Amazing Stories”. Y eso que era ya un tipo reconocido
en su gremio.
El argumento principal de la novela es la
enfermedad mental, y en concreto la esquizofrenia y alguna de sus variaciones.
Es difícil entender lo que es la esquizofrenia, o imaginarse cómo debe ser
sufrirla, aunque se lea un buen manual de psicopatologías. Pero a través de la
ficción, y bien llevada la trama hacia lo que le interesa, Dick nos hace
introducirnos por momentos en la esquizofrenia de su personaje principal, o al
menos, sugerirla de manera muy convincente. Lo cual supone que la lectura de
“We Can Build You” no sea demasiado reconfortante, y deja un sabor de boca final
como bastante amargo.
La cubierta de esta edición francesa deja claro que los lectores franceses estaban por delante de los demás: El baile de los esquizoides.
Digamos que es un “viaje” de los malos. Uno
vuelve a la realidad ciertamente algo tocado. No es que uno se pregunte qué es
lo real o no. No tiene que ver con esto, como decía antes. Vuelve de la
ficción. Sin embargo, en su interior, hemos sufrido. Describe una sociedad
futura, 1982, repleta de centros de salud mental en el que es tratado el 25% de
la población.
Otro gran tema que se trata en “We Can Build
You” es lo que representa nuestra venida al mundo como seres indefensos, y
llenos de miedo. De pánico. El 25 de Febrero de 1960 nacía su primer hijo, una
niña llamada Laura. Es decir, Dick tenía un bebé aproximadamente de dos años en
casa cuando se puso a escribir sobre el pánico y el horror que el ser humano
sufre desde que nace. Es difícil contextualizar la situación. Aunque me da la
sensación de que Dick ponía mucho de sí mismo en sus trabajos. O digamos que su
realidad se imponía a sus argumentos, que es otra manera de interpretar su
peculiar mezcla de estilos y géneros.
Realidad que no estoy en condiciones de decir
si le placía, o no le daba demasiada importancia, o quizás, detestaba, o de la
que tenía miedo de poder manejar. Algo está claro: la presencia de un bebé en
nuestra vida doméstica puede ser algo muy feliz y placentero. Pero necesitamos
evadirnos de él de vez en cuando, aunque sea media hora. Si para llevar el pan
a casa debes escribir doce horas al día, quizás lo que Dick sentía era más que
nada impotencia. Rabia. De la que seguramente sacó arrestos para escribir tanto
en tan poco tiempo. ¿Nabokov un buen escritor? Claro que sí, pero tenía todo el
tiempo del mundo para escribir. Ese tipo de literatura, la de los “Upper Realm
Writers” [como les denomina Stanislaw Lem en sus ensayos sobre ciencia ficción
(“Microworlds”)], es decir, la literatura de calidad, y supuestamente por
encima de la basura cultural que nos
rodea en la vida convencional. Lem destaca a Dick especialmente por ser el
único escritor de la época que podía alimentar con esta basura cotidiana y pulp
a sus creaciones, y a la vez, aportar nueva riqueza cognitiva a sus historias.
Es lo de siempre en la literatura. Dick es uno de esos
escritores-diamante. Otros ejemplos pueden ser Walter Scott, Joseph Conrad o Toson Shimazaki.
Escriben mejor bajo presión. Mucha presión. Normalmente financiera. En el caso de Dick,
quizás hubo demasiada. A otros les gusta el refocilarse con los folios, las
máquinas de escribir, la procastinación como seña de calidad artesana. La
corrección una y otra vez de la misma frase. Vladimir Nabokov. Henry James. Lo más de lo más.
Ya avanzada la novela, lo que se le ocurre a
los fabricantes de simulacros humanos (tras el fracaso de las negociaciones de
su venta al tiburón financiero de turno) no es otra cosa que producir
niñeras-robot vestidos de soldados de la Guerra Civil Americana. Muy revelador,
y el giro fundamental en la novela. Porque el protagonista, Louis Rosen, cuando
se dispone a resignarse a ser un comerciante más de la clase media americana,
en este caso de robots-niñera, de repente se vuelve loco. Llama a su socio. Le dice que lo deja todo. Se va en busca de
la chica que le gusta (la verdaderamente desequilibrada en esta historia), arma
jaleo en la ciudad, se describen una serie de aventuras que hacen entrar a la
novela en cierta fase de “nouvelle noir”, y finalmente, Dick hace que Louis tenga
su ataque de esquizofrenia.
Sturgeon al criticar esta novela dijo que le
había parecido de personajes consistentes, a veces provocadora, a veces
divertida, pero que se echaba a perder en parte porque Dick abandonaba a su
suerte el argumento principal… No estoy de acuerdo.
Recomendaría esta novela a cualquier
aficionado a la literatura de PKD, y que la leyera en una etapa temprana de su
paternidad. Se daría cuenta de que quizás lo más logrado de la novela es el
abandono de los simulacros-robot, del “argumento principal” de lo que ha sido
nuestra vida hasta entonces, y dejarnos llevar por la locura que supone el bebé. Porque al final, Louis no está loco.
Simplemente ha tenido un mal día. Otra cosa es lo que le corresponde a la
sociedad hacer (enviarlo una temporada a una maison de santé) para certificar que efectivamente no es
esquizoide. Nótese por favor que a lo largo de esta crítica uso el concepto de
“locura” de una forma coloquial y generalizadora, y también ignorante o
metafórica, según el contexto.
No quiero desde aquí idealizar la figura de
Dick ni como escritor, ni mucho menos como persona. Su marcado machismo en muchas de sus
novelas no es plato de mi gusto. También es algo que iba con su época. Quizás Pris, la protagonista realmente
esquizofrénica de la novela, no sea más que un trasunto dickiano de la compleja
figura en que se convierte una mujer cuando es madre. Dick describe a Pris como
esencialmente obsesiva con sus tareas cotidianas, una persona que es incapaz de
vivir en paz consigo misma si no está constantemente ocupada en hacer algo
monótono y repetitivo las más de las veces, aunque por otro lado con un lado
creativo muy superior al de los hombres que la rodean.
Tampoco quiero acabar este mini ensayo sobre
“We Can Build You”, una de las más tardías editadas por Minotauro en su
colección moderna de las obras de Dick (Noviembre 2018 – “Podemos Fabricarte”),
sin hacer mención al primer capítulo, que me parece divertidísimo, e
interesantísimo, y que no deja de beber de una de las mayores pasiones de Dick:
la música. Describe cómo los futuros fabricantes del simulacro de Lincoln en
realidad son fabricantes de órganos electrónicos que se pueden programar en
función de ciertos parámetros cerebrales de la persona que lo intenta
“domesticar”, escribe sobre frecuencias “curativas”, “relajantes”, etc…. Ya en
1962 se asoma Dick a los primeros balbuceos semi-inconscientes de lo que será
en el futuro la explosión de la música electrónica y el sinfín de teclados,
sintetizadores y órganos de todo tipo que están todavía por inventarse, y de
paso, se asoma a conceptos como los de “healing music”, “new age”, etc… De
hecho, el famoso Moog Synthesizer todavía no existía aunque sí el RCA Mark II
Sound Synthesizer, de finales de los 50, considerado como el primer
sintetizador programable de la historia.
Por último, no parece descabellado pensar que
“We Can Build You” es en cierta manera una precuela de “Do Androids Dream of Electric Sheep?”. Los nombres de Pris, Rosen, y la
construcción de androides nos dan ciertas pautas. Pero sobre todo por el
tratamiento que da Dick al simulacro-androide en “We Can Build You”, como
objeto, pero también como algo capaz de ser diferenciado. Stanton es cabezón,
egoista, pero fiel a sus ideas. Lincoln melancólico; posiblemente esquizoide,
sensible, buena persona, pero traumatizado tras la muerte de su primer amor…
No será
porque no haya temas de interés en esta novela. Y la rapidez con la que se lee. Suerte
que he podido dejar reflejadas estas ideas. Que es como intentar describir en
cuatro páginas cómo es un viaje en una montaña rusa, desde que subes hasta que
bajas, intentando a la vez, pensar, disfrutar, ver la cara de la persona que te
acompaña, observar el paisaje a lo lejos desde arriba, y también a las personitas
que nos miran desde abajo. Sin pasar miedo. Es complicado. Y efímero.
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