Hoy toca revisar, aunque sea de manera sucinta, un par de novelas que tienen algunos puntos en común.
La primera, “Dragon’s
Egg” de Robert L. Forward. 1980. Tiene su continuación, “Starquake” (1985), que
tengo pendiente de leer.
Se puede considerar como la bilogía de los “cheelas”, la especie que surge en “Dragon’s Egg”.
La verdad sea dicha, “cheela” suena fatal; ¿algún tipo de bicho selvático? Podría haberse denominado de otra manera. La leí hace ya un año y medio, y la rescato para escribir un poco sobre ella al haber terminado estos días "Cosmo", de Gregory Benford.
La novela de Forward es muy potente, y entra de alguna manera dentro de la creación de mundos a partir de la nada, con la sola imaginación del autor. Algo hay en ella de “Helliconia” (Aldiss) o de “The crucible of time” (El crisol del tiempo) de Brunner. Aunque de hecho, es ligeramente anterior.
Sin embargo, en este caso, como el de Gregory Benford (con quien voy después), Robert L. Forward es físico. Con lo que dejamos de lado la “sociología” de Aldiss o Brunner, y entramos a saco en conceptos científicos.
Creo que la gran virtud de “Dragon’s Egg” es que logra mantener la atención del lector en todo momento. Al principio, desde luego, con una serie de explicaciones sobre la propia creación del mundo. Como si dispusiéramos de un “zoom”, nos vamos acercando a los hechos en riguroso directo. Forward crea un nuevo universo, un micro-universo totalmente alien, y nos describe con pelos y señales su desarrollo. Y no olvidemos que estamos en 1980.
18 años más tarde, Gregory Benford lo intenta de nuevo. A partir de un experimento en un acelerador de partículas… se crea un nuevo mini-universo. La ortodoxia en este caso manda, y Benford no nos dice nada sobre lo que hay en ese pequeño y nuevo cosmos. Solo lo que con la teoría científica más avanzada pueden confirmar o no sus físicos protagonistas. Lo que nos deja con muchísimas ganas de saber algo más, y además, y esto es lo peor de la novela, Benford piensa que nos puede entretener con la vida privada de esos físicos protagonistas… cosa que no consigue en ningún momento.
En resumen, donde Forward inyecta fantasía (se inventa un montón de cosas, pero con una base científica cierta y además muy bien detallada), Benford se queda a medias. Porque suficiente fantasía es la propia creación de un nuevo Cosmos en un laboratorio, pero a partir de aquí, como digo, se pone en plan ortodoxo y burócrata, con lo que la novela pierde mucho interés, y el lector tiene ganas de llegar al final, a ver qué pasa con el objeto creado, y poco más. Una pena.
Forward nada más comenzar la novela le da una buena pista al lector. En una especie de masa pétrea, los restos de una estrella de neutrones, que viaja a muchísima velocidad, se dan continuas variaciones y combinaciones de fusiones nucleares. De repente, se da una combinación que cumple dos condiciones para que la vida como la conocemos comience a desarrollarse. Una: la recombinación de átomos es estable, ya no va a cambiar más. Dos: estos átomos a su vez pueden reproducirse.
Aquí la explicación, en original. |
Se supone que fue gracias a esto que nuestro propio mundo comenzó a crearse, en reacciones en cadena que se podían contar por billones o trillones de veces.
A partir de aquí, y de una forma muy emocionante, vamos conociendo cómo toda una civilización nace en esa estrella. Y por otro, cómo alguien en la Tierra da con esos restos porque llaman la atención por algo.
En la novela de Benford, que por cierto, hoy es su cumpleaños, ¡felicidades!, el comienzo es muy parecido. Tenemos en un laboratorio un nuevo mundo por descubrir, o al menos, los científicos se dan cuenta de que lo que tienen ante sus ojos es algo inaudito… pero como ya he apuntado más arriba, la novela va transcurriendo a partir de cierto punto con un punto de vista realista y ortodoxo. Al lector se le somete a las presunciones de los físicos. El mérito está en que Benford mantiene con coherencia hasta el final su postura. Una apuesta muy fuerte que le cuesta ritmo, dinamismo, y le hace caer en estrategias argumentales que parecen sacadas de un folletín o de una muy mala película de acción (con secuestro de la protagonista incluido, -soso y sin ninguna emoción-).
En resumen, dos trabajos que tratan de explorar la idea de la creación de un mundo, desde el momento cero. Mucho más recomendable la obra de Robert L. Forward (número 5 de la colección Nova, “El huevo del dragón”, editada en 1988, hace ya 35 años y sin noticias de ninguna reedición) que la de Gregory Benford (escritor que sale mejor parado en cuanto a ediciones). No olvidemos que “Cosmo” se escribió en 1998, es decir, 18 años más tarde que “Dragon’s Egg”.
Lo dejo aquí. Un par de novelas para aficionados a la ciencia ficción “dura”, norteamericana, con explicaciones físicas bastante asimilables.
Dos detalles finales de "Dragon's Egg". Pone fechas. Algunas muy interesantes, para ser concebidas en 1980... (por cierto, una de las cosas más chulas es tratar de entender la diferente percepción del tiempo de los humanos y de los cheelas...).
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