Quizás por su carácter, o quizás porque nunca fue a la fiesta apropiada, Disch tuvo que acudir a la mistificación que suponía escribir historias de ciencia ficción en los años 60, para poder escribir lo que él quería escribir. Lo que le suponía un considerable añadido de libertades; y a la vez, de encorsetamientos.
"334" (1972) nunca será una novela de masas, al estilo de "1984" (1948) o "¿Sueñan los Androides con Ovejas Eléctricas?" (1968), por más que sea un complemento necesario de las dos. Una especie de tercer vértice que nos hace pensar en lo que Orwell y Dick se dejan por el camino. No solamente el Estado propone y dispone, y el héroe blanco de toda la vida está cansado de luchar, aspirando solamente a un poco de paz doméstica. También hay gente de otras razas, negros e hispanos en el caso de "334", también hay homosexuales y lesbianas, también hay niños superdotados completamente inadaptados. Ancianos y ancianas que no saben qué hacer con sus vidas. Niños y niñas que desean hacer algo con sus vidas. Discapacitados. Drogadictos por doquier (el drogadicto es quizás el tipo de personaje que mejor aguanta el juicio del público general... ¿?¿?). Y sexo. Bastante (no mucho) sexo, y masturbación. Algo que parece que no es un problema en la gran y genial, blanca y moderna, distopía. Solamente los degenerados de un barrio-hongo neoyorkino lleno de inmigrantes parece que son los suficientemente animales como para pensar en el sexo, como si no tuvieran suficientes problemas ya.
Se sugiere en varios párrafos: lo único a lo que pueden recurrir algunos personajes de la novela (sobre todo los niños) es la a biblioteca pública. Allí comprobarán si lo que piensan es cierto (aunque no lo llegamos a saber).
Los mayores lo tienen más claro: acuden al centro comercial. Cuando no tienen un céntimo, al centro comercial-museo, donde se maravillan de las cosas que algunos pueden o han podido llegar a comprar. Cuando hay algo de dinero en el bolsillo, al de verdad, donde se lo funden todo a las primeras de cambio. ¿Comida? Lo que caiga.
334 es el número de la calle donde se encuentra la inmensa torre de apartamentos donde viven parte de los protagonistas. El ascensor no funciona. Salir a la calle es una aventura. Mientras, los que viven, no aparecen por casa. Van dan tumbos por aquí y por allá, haciendo chapuzas, o cometiendo delitos (que tampoco son demasiado investigados que se diga).
Disch consigue construir una serie de relaciones muy fuertes con unos pocos personajes de una misma familia, sobre todo en el último tercio de la novela. Al final, el lector casi se siente perteneciente a ella. Pero de una familia lejana con la que está bien cenar y charlar un poco una vez cada diez años, para luego salir huyendo por las escaleras, como hace el estudiante Len Rude.
Bueno, en realidad 334 no es una novela. Es un conjunto o "fix-up" de varios relatos, siendo el último el más largo y que le da más cohesión a la historia. Pero esto es lo de menos.
Tiene una carga eléctrica esta novela como pocas veces he leído. Y es una carga negativa. Recomiendo su lectura, pero hay que elegir un fin de semana tranquilo, e intentar leerla del tirón, sobre todo cuando llegamos al capítulo "334". Mejor así.
Lo que piensa Lottie sobre el fin del mundo es el párrafo más acojonante que he leído en mucho tiempo.
Disch consigue vendernos una novela realista (Zolista) como una de ciencia ficción, pero es que seguramente le obligaron a ello las circunstacias que fueran. En esto, se parece mucho a Philip K. Dick. Ambos tenían una preocupación principal por describir su sociedad y la que auguraban. Por ejemplo, en "The Man Who Japed" (1956), de Dick, el principal temor del ciudadano medio es perder el derecho a poder seguir alquilando su vivienda, y no ser expatriado a un planeta exterior.
Y no han cambiado mucho las cosas. "334" se sitúa entre los años 2021 y 2025. ¡¡No quedan ni tres para acercarnos al 21!! Y sí, muchas cosas son como las que describe Disch. No como realidades individuales, si no más bien como amenazas colectivas, como certeras posibilidades, como absolutas certezas.
Disch, aparte de escribir bien, muy bien, siente más que piensa, y se nota. La pesada carga melancólica de los habitantes de "334" imaginada en 1972 es poesía maldita en el siglo XXI. Para quien se atreva con ella.