miércoles, 9 de abril de 2014

The Life and Opinions of Tristram Shandy, Gentleman (1759-1767)

o sea,

Vida y opiniones del caballero Tristram Shandy.






Me ha costado varios meses volver a escribir otra reseña literaria. Y un par de ellos leer el libro que me ocupa hoy. Lo compré allá por el año 2000, fiel yo como era, ya no tanto, a la Editorial Cátedra. No he leído la versión traducida por Javier Marías, que será con el tiempo la canónica, si no lo es ya.

Cosas del timing. Lo que me sorprende es que sea un trabajo que no había sido traducido al castellano hasta finales de la década de los setenta del siglo pasado; hay que reconocer, de todas maneras, la dificultad intrínseca de este trabajo de traducción. Luego volveré a este punto.




La novela, pues así se puede considerar sin problemas, es un portento de arte, en cuanto a su forma. Cualquier aficionado a la literatura sabe que esconde una serie de juegos formales que tienen ganada una justa fama universal, y eterna.

Sterne urdió la que se puede considerar como la primera novela de la Historia que no se puede contar en cuatro palabras. De hecho, yo ahora me siento incapaz de ofrecer en cuatro pinceladas una idea resumen de su trabajo, a nivel argumental, y de ideas. Bueno, se puede decir que cuenta la vida de Tristam Shandy. A partir de aquí, la cosa se lía pero que mucho.


Laurence Sterne (1713-1768)

Sterne trabaja y maquina a diferentes niveles.

Por un lado, controla con maestría los esquemas temporales de su narración. Gracias a esto, distribuye a su gusto, de una manera assez bizarre, la importancia y la duración de cada parte de una historia o anécdota en concreto, teniendo esto que ver o no con el personaje que la cuenta o la protagoniza. Deslinda personajes e historias. Demarca sus propias ideas sobre la vida, la moral y la filosofía, con sus propios sermones, parodias, y pícaras sugerencias. Así, va construyendo un entramado no demasiado difícil de seguir para el lector, pero que en sí mismo es una estructura poliédrica, complicada si quisiera uno describirla en mayor detalle. No digamos, si hay que empezar a describir con mayor detalle los segundos significados de muchos pasajes de la obra (muchos con connotaciones sexuales).

Por otro lado, parece que antes de ponerse a escribir, se pusiera a anotar las características de cualquier libro o novela de la época, en cuanto a su estructura formal, y a sus elementos más básicos: dedicatoria, prólogo, orden de los capítulos, su extensión particular, paginación, introducción de ilustraciones, de espacios en blanco, etcétera.

Respecto al reparto de protagonismo a las historias que se cuentan, aquí es donde pienso, y lo escribo con total sinceridad, que la novela sale peor parada. Sterne fuerza para mi gusto demasiado las cosas. Vuelve una y otra vez a los arquetipos que acompañan a sus personajes, sobre todo al padre de Tristam, y a su tío Toby. El lector moderno, acostumbrado ya a haber leido de todo, pero sobre todo a haber visto de todo en nuestra vida moderna, tiene que poner bastante de su parte para soportar a veces la narración de algunos hechos que no tienen mayor interés.

Respecto a la estructura y elementos formales, Sterne lo que hace es jugar con ellos, trastocándolos en la medida que puede, y se le ocurre a su imaginación. Cambia el orden de algunos capítulos. Muchos son muy cortos, otros, en comparación, muy largos. Añade páginas en negro, en blanco. Etc, etc... Solo por esto, la novela es de obligada lectura, por lo menos para alguien que aspira a ser un escritor, aficionado, o no. ¿Por qué? Porque Sterne demuestra que los formalismos están para ser utilizados, pero nunca se sabe dónde a uno se le puede ocurrir una variante. Hay cosas que no se pueden cambiar. Por ejemplo, para imprimir un libro hace falta papel. A partir de aquí, hay que darle vueltas a la imaginación.






Diversos Juegos Formales de Sterne



"Vida y opiniones del caballero Tristram Shandy", como relato de una serie de aventuras, no alcanza, ni de lejos, las alturas de un "Don Quijote", teniendo en cuenta que Cervantes también jugó lo suyo con los formalismos, pero la historia del Ingenioso Hidalgo es muchísimo más interesante, así como sus añadidos. No creo que exista alguien que dude de esto. Pero tampoco hay que irse hasta "Don Quijote". El mismo Jonathan Swift es mejor estilista que Sterne, tiene un cierto tipo de malicia más encantadora que la de Sterne, pero esto quizá ya sea cuestión de gustos. Por no entrar con los escritores franceses como Rabelais o Diderot, y la filosofía de Locke. Aquí entran en juego las modas de la época. Estamos hablando de mediados del siglo dieciocho.




Se puede el lector enterar, o rememorar, hechos y creencias de la época, que resultan ser verdaderos re-descubrimientos, hoy en día totalmente olvidados. Por ejemplo, se creía que el espermatozoide que viajaba por la vagina de la mujer, ya era un hombrecillo, u homunculus. El desagradable asunto de los bautizos antes de que el bebé saliera de la madre, usando jeringas... dependiendo de si se era de confesión católica o anglicana. El capítulo de las narices y el tamaño de los senos de las madres. La manera con la que salía la cabeza del útero también era muy importante. El nombre. El doctor. La comadrona... Sin duda, aunque a veces Sterne ralentiza en exceso los acontecimientos, la novela se lee con suficiente holgura, en cuanto a entretenimiento.

Respecto a la traducción, ¿qué decir? Que aún dominando el inglés moderno, si uno no se ha criado en el  bilingüismo, y no ha estado familiarizado con lecturas dieciochescas, la cosa tiene que ser muy, pero que muy complicada. En la edición de Cátedra he echado en falta más notas explicativas sobre la época, y menos sobre los nombres propios o citas de estos que sí se intentan aclarar, pero uno al final termina por dejarlas de lado, porque son inútiles. Cuando pueda, echaré un vistazo al trabajo de Marías.





Dejo lo mejor para el final. ¿Qué es lo mejor de la novela de Sterne? Su actitud. Está llena de chistes, mejores o peores, de rompe-esquemas. Sí, pero también interesa, y mucho, el talante, la postura de un miembro de la Iglesia Anglicana de aquella época, nacido en Irlanda, ante la vida y sus hechos. Feliz, humorística, con sentido común, y otros sentidos que parece que han ido desapareciendo con los siglos de nuestro cuerpo y mente, como esos humores de los que escribe Sterne en el mismísimo primer capítulo de la obra. Teniendo en cuenta que este señor sufría de mala salud; seguramente el clima algo tuvo que ver.





Si, como me parece a mí, Sterne tenía planeados muchos más capítulos para su Tristam Shandy, hoy en día sabríamos más de su personaje y de su época. La novela quedó inacabada, aunque pudiera ser que la dejara tal y como está, y pasara a otra cosa. Lo dudo. Sterne quería regalarnos con sus dotes de humorista, a su manera. Alguien que es así, no se detiene ante nada. Continua. Teniendo en cuenta el éxito que tuvo su novela.

Gracias, Laurence.

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