Christopher
Hodder-Williams (1926-1995).
Su segunda novela,
la primera de ciencia ficción (“fiction science”, según él mismo), “Chain
Reaction” (1959) es la que me ocupa hoy. Tenía familiares editores, y eso
supongo que le ayudó en su etapa de escritor. Como tantos otros ingleses que
luego se dedicaron al arte, en la IIGM fue soldado, aunque también estuvo
metido en teatro, aviación y música… No
hay mucha información sobre él, y es uno de esos casos de heterodoxia cultural
que pasa a la historia… ¡por sus novelas de ciencia ficción!
Seguramente, un tipo
interesante, inglés de pura cepa, algo que transmite en la novela con
contundencia.
Por analogía
temporal, escrita en 1960, publicada en 1961, surge en mi recuerdo la reciente
lectura de “Rogue Moon”, que comparte algunas estructuras con “Chain Reaction”.
Algo pasa, se trata
de saber lo que es, y para ello se describe con detalle los altos estamentos
burocráticos. En “Rogue Moon”, más empresariales; en “Chain Reaction”,
científico-políticos. Algis Budrys justificaba a sus personajes más escandalosamente
conservadores, o esa es la sensación que me dio, pero Hodder-Williams intenta
humanizar la situación a la que se enfrentan algunos científicos ante un
desastre nuclear. Incluso el Prime Minister sale bien parado, como un hombre sensible y razonable. Y al final hay dimisiones. Como tiene que ser.
Hay que tener en
cuenta que el 10 de Octubre de 1957 ocurrió en Gran Bretaña (en Sellafield,
antiguo Windscale) el mayor accidente nuclear en este país hasta el momento. Es
de suponer que Hodder-Williams aprovecha la novedad, y la explicación
progresiva del ficticio desastre de su novela es detallada y está conseguida.
Aparte, hay tramas
secundarias (amores repentinos, celos profesionales, problemas con el alcohol,
etc, etc…) satisfactorias y con un fondo humano que se agradece. Es evidente
que el autor de “Chain reaction” utilizó con habilidad el método de escribir
con fichas, ir alternándolas según su plan, ofreciendo al lector un trabajo
fino y que ha soportado bastante pero que bastante bien el paso del tiempo.
Ahora, la novela en
mi opinión tiene dos grandes virtudes. Una, que capta muy bien cierta
Inglaterra de su época, y por otro lado, la trama principal es atractiva. En
este sentido, es más una novela negra o thriller, el lector quiere saber quién
es el responsable, o cuál es el origen de la contaminación radioactiva. Y el final es bastante decente, algo peliculesco, que puede recordar a las aventuras que rodaba ese otro inglés llamado Hitchcock.
La primera escena comienza
con la llegada de un Rolls Royce a Whitehall, Londres, donde algo se cuece. Se
menciona el Great Tom de Oxford, dando la hora, mientras algo grave empieza a
suceder. Al principio todo se achaca al metal de las latas que se usan para
fabricar conservas de baked-beans, y subproductos de dudoso gusto, como
espaguetis con tomate. Es posible que las latas de baked beans Heinz de hoy en
día, 60 años más tarde de haberse editado “Chain Reaction”, sepan aún peor que
aquellas, pero aún así de acompañamiento a un brunch no están tan mal… ¡pero
espaguetis en lata!, qué horror. Se nos explica con detalle el proceso de
fabricación de las dichosas baked beans, y por momentos, parece ser que la culpa la
tiene la salsa de tomate que las acompaña… Es posible que aquí haya cierta
intención del autor por desacreditar esa salsa de tomate, que en realidad es lo más intragable del preparado… salsa a la que parece que
se ha añadido un azúcar sospechoso de haberse contaminado… Pero surgen nuevos
episodios de radioactividad, y el tema se va complicando. El carácter de los
científicos que se reúnen en Whitehall se va perfilando, y Hodder-Williams nos
ofrece amablemente un sketch de la sala de reuniones, mostrándonos dónde se
sitúa cada personaje a lo largo de la mesa. Uno de ellos es el dueño de una
fábrica de judías, un tipo algo turbio, y que no goza de las simpatías de su
propio creador. Desfilarán más empresarios con pocos escrúpulos, pero
finalmente el personaje más detestable es uno de los científicos que aspira al
puesto de otro.
Y un sketch de Seff, explicando cómo fueron las cosas en el reactor...
Y un sketch de Seff, explicando cómo fueron las cosas en el reactor...
Hay otro personaje
por ahí al que no se le describe, pues está siempre tras un ejemplar del The
Times. Más horas del té, chicas guapas y educadas, lluvia, viajes, llamadas por
teléfono que en 1959 mantenían en vilo a toda una sala de reuniones por si se
cortaba la línea, aventuras, y sorpresas… aunque finalmente, lo digo sin ánimo
de spoilers, el problema parece ser que proviene de Escocia… ¡ay! y esa rana de la cubierta de mi ejemplar... está justificada.
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